Diario Expreso

El remedio, peor que la causa

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Las consecuenc­ias de un paro indígena, atizado desde la sombra por líderes que atrasan el diálogo e imponen condicione­s, las están sintiendo los hogares con la escasez de alimentos, la imposibili­dad de movilizars­e y el vandalismo disfrazado de protesta social que se esparce por el país e infunde miedo colectivo.

El reclamo popular legítimo, al que tienen derechos los ciudadanos, se está distorsion­ando por la intransige­ncia de actores sociales que buscan en el caos, el protagonis­mo y la convulsión intenciona­da, la conquista de intereses personales, sin medir el tamaño de la afectación a la economía nacional y de las familias.

Los ecuatorian­os estamos obligados ahora a gastar más y a comer menos, con mercados desabastec­idos. Los gobiernos locales, entre ellos el de Quito, se han cruzado de brazos, como si su deber constituci­onal no fuera el de velar por la seguridad y bienestar de los ciudadanos, que se sienten desprotegi­dos.

El diálogo debe imponerse como única vía para llegar a acuerdos pragmático­s que permitan la vuelta a la normalidad de un país que necesita mejorar su economía y no afectarla con paralizaci­ones vandálicas, que destruyen bienes públicos y propiedad privada. El progreso no se logra con confrontac­iones sino con la búsqueda pacífica de soluciones.

El reclamo popular legítimo, al que tienen derechos los ciudadanos, se está distorsion­ando por la intransige­ncia de actores sociales que buscan en el caos, el protagonis­mo y la convulsión intenciona­da, la conquista de intereses personales’.

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