La Conaie en su laberinto
Las protestas convocadas por la Conaie han provocado varias interesantes reflexiones.
Es innegable la capacidad de movilización y su destreza para bloquear las actividades en la Sierra Central y Pichincha.
Es evidente que, a diferencia de oportunidades anteriores, la reacción de la mayor parte de la ciudadanía fue de molestia por los efectos de la paralización.
Es una realidad que una pequeña fracción de la población debidamente organizada es capaz de sitiar a las fuerzas del orden si estas no tienen capacidad de movilizar a la ciudadanía para coparticipar en su protección.
Finalmente, también es visible que la inercia de un proceso violento podría conducir a un quiebre democrático, pero a partir de entonces la posibilidad de capitalizar ese evento se topa con dos dificultades. La estabilidad en el acceso al poder depende de un sistema democrático basado en el voto popular, donde recurrentemente el votante no se alinea con los dirigentes indígenas. En segundo lugar, la estructura de un Estado moderno requiere integración internacional, interrelación con los distintos eslabones de la cadena productiva y una diversidad de posiciones en las distintas capas de los poderes, donde no existe la menor posibilidad (al menos no ahora) para que se puedan mantener sin la anuencia activa del resto de la población, particularmente de la población mestiza en el Ecuador, que representa más del 80 %.
Lo más cerca que pudo estar el movimiento indígena del poder democrático fue con Yaku Pérez en las últimas presidenciales; si el lector se da cuenta, hoy él está distanciado de las protestas violentas, porque sabe perfectamente que el votante no premia a quien lo trata de someter por la fuerza.
Mal negocio hace la Conaie, si quiere un futuro político de acceso real al poder, con la expresión de buscar alcanzarlo por la fuerza y no por la persuasión de un buen plan para el votante.
La Conaie está en un laberinto, creen que solo la fuerza puede hacer que lleguen al poder, pero para su mala suerte parecen no saber que la fuerza perdió la guerra frente a la libertad hace exactamente dos siglos.
Los dirigentes de la Conaie ratifican que su única posibilidad es la violencia como método de convencimiento, sin la capacidad de hacerlo por la razón’.