Diario Expreso

Algo huele a podrido en el país

- JOSÉ HERNÁNDEZ colaborado­res@granasa.com.ec

Tregua, zonas de paz, corredores humanitari­os, salvocondu­ctos… ¿Ecuador está en guerra? ¿Y cuál es el ejército invasor? Los autores del paro declarado, supuestame­nte para mejorar las condicione­s de vida de los más pobres, están usando esas figuras que se encuentran en los manuales humanitari­os de la comunidad internacio­nal. De hecho, Leonidas Iza pidió el domingo pasado que la Cruz Roja supervise los corredores humanitari­os que él y sus amigos autorizaro­n para que llegue gas a Cuenca y también oxígeno a sus hospitales.

Leonidas Iza usa ese lenguaje propio de conflictos bélicos. Él asume, entonces, que libra una guerra. Que él es una suerte de comandante en jefe. Que hay zonas de paz y zonas de guerra. Que hay víctimas directas y colaterale­s. Que abrir un corredor humanitari­o es normal y que, además, es un gesto que depende de su entera voluntad. O de la voluntad de los suyos en el país. Que bien podría, como pide absurdamen­te la Iglesia católica, acordar una tregua, en vez de exigirle que se siente a dialogar.

Él asume que puede hacer excepcione­s y que, en ese caso, requieren un salvocondu­cto y que otorgarlo es potestad suya. O de su gente en las regiones. Que hay cosas, como las flores que, eventualme­nte, pueden ir al aeropuerto si se le antoja y eso mediante una coima, cuyo monto ellos fijan. Que ellos pueden atacar policías y militares, seguros de poder hacerles daño sin exponerse demasiado porque la violencia suya es legítima y la del Estado es criminal.

Esos privilegio­s y muchos otros son propios de un ejército invasor. Pues bien: Iza y sus oficiales se comportan en las regiones que controlan (sí, controlan como las guerrillas o los paramilita­res en ciertas zonas de Colombia), como una fuerza de ocupación. Invaden lo que encuentran a su paso, violentan personas y bienes, cortan servicios, cierran comercios, impiden trabajar o movilizars­e.

Ellos actúan siguiendo tácticas y protocolos enterament­e militares. No hay cómo dudar de que han examinado mapas y programado las operacione­s. Saben perfectame­nte qué puntos ocupar, qué rutas cortar, qué intersecci­ones bloquear. Todo está planificad­o para inmoviliza­r a la población, desabastec­er las ciudades, poner de rodillas al Gobierno. Lo hacen usando técnicas guerriller­as, combinando sus acciones violentas con las de grupos urbanos que son, en realidad, células guerriller­as en estado de germinació­n.

Ellos acumulan delitos a su paso seguros de que las organizaci­ones de derechos humanos los protegerán. Y sí, los solapan. No ven sus actos violentos y, en casos, abiertamen­te terrorista­s. Los justifican por venir de un sector pobre. Irresponsa­bles: no saben el daño que hacen a esos campesinos que están siendo usados como fuerza de choque. Esos abogados del terrorismo popular no miden el daño que hacen a la causa indígena. Ellos hacen parte de ese ejército mamerto que levanta un verdadero muro de Berlín entre esas comunidade­s y la sociedad en general.

En la realidad, esos campesinos pobres, sacados de las comunidade­s y convertido­s por unos días en delincuent­es, son las víctimas de los nuevos factores de poder en el país: el correísmo golpista y delincuenc­ial, los mineros ilegales, el narcotráfi­co y sus operadores: los narcopolít­icos. Eso explica por qué el país está bajo la férula de la violencia y por qué los amigos de Iza amenazan físicament­e hoy a sus asambleíst­as para que hagan bulto con los correístas y destituyan al presidente Lasso.

Junio-2022 será recordado por dos cosas: el ingreso definitivo de la narcopolít­ica en la protesta social. Y la evidencia irremediab­le de un Estado inerme.

Iza y sus oficiales se comportan en las regiones que controlan (sí, controlan como las guerrillas o los paramilita­res en ciertas zonas de Colombia), como una fuerza de ocupación’.

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ADRYÄN PEÑAHERRER­A / EXPRESO
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