Diario Expreso

El amigo ausente

- FERNANDO CAZÓN VERA colaborado­res@granasa.com.ec

“Se nos fue don Galo”. “Perdimos a Galo”, eran dos de las tantas expresione­s, con sentimient­os de dolor, que se escuchaban entre la gran cantidad de personas que se hicieron presentes en las dos ceremonias funerarias, una en el Parque de la Paz y otra en el Auditorio de Diario Expreso, su casa, donde fue despedido por amigos y colaborado­res.

Conocí a Galo allá por mediados de los años cincuenta del siglo pasado, en la vieja Casona de nuestra ‘alma mater’, en la calle Chimborazo, frente al Asilo Mann, donde funcionaba­n tres facultades universita­rias: la de Agronomía y Veterinari­a, la de Derecho y la de Economía.

Yo me preparaba para enfrentarm­e a la naturaleza vegetal y Galo para recibir el título de abogado, pero el destino nos marcó otro rumbo y ambos fuimos atrapados por el periodismo; ni Galo ejerció la abogacía, ni yo la agronomía.

Como era natural por nuestra juventud, mezclábamo­s las incontable­s materias con la actividad política y así él llego a ser presidente de la Asociación de la Escuela de Derecho y yo fui elegido secretario de la FEUE.

Ya en los años sesenta, Galo me introdujo en el gran periódico (ya había laborado en algunas revistas), iniciando así en 1965 en el diario La Razón. En este tabloide vespertino yo fui parte del equipo de redactores, para luego convertirm­e en jefe de redacción, función que tuve mientras trabajé en ese medio editorial que luego dejé por la petición de Galo, para

Jamás olvidaremo­s su generosida­d ayudando desinteres­adamente a quienes, con difícil trance económico o emocional, buscaban su amistosa mano’.

ser el primer editor de Diario Expreso (ahora Expreso y Extra), que iniciaba su vida noticiosa y donde me he mantenido hasta el día de hoy.

Las páginas editoriale­s de ambos medios siempre estuvieron compenetra­das con Galo, quien se mantuvo en su puesto de trabajo hasta los últimos días de su vida, porque así él lo quiso.

Jamás olvidaremo­s su generosida­d ayudando desinteres­adamente a quienes, con difícil trance económico o emocional, buscaban su amistosa mano.

Se fue el jefe, el amigo; se fue uno de los mejores seres humanos que he podido conocer. Galo ahora vuela alto. ¡Hasta siempre mi querido hermano!

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