Diario Expreso

Los hijos del paro

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El presidente de la Feine, Eustaquio Toala, aquel dirigente de la gorra blanca que solía dormirse en todas las ruedas de prensa de Leonidas Iza, es el único que, en 18 días de paro nacional, ha tenido el coraje de admitir lo que en este país le consta a todo el mundo: “Sí -dijo cuando se disponía a firmar el acuerdo con el Gobierno-, nos hemos equivocado, porque nuestra actitud muchas veces es violenta”.

Una sinceridad que se agradece, aunque desentone con el pedido que despachó a continuaci­ón: “Que a través de la Fiscalía no haya provocacio­nes”. Delinquimo­s, sí, pero por favor no nos metan presos.

“Provocacio­nes”. “Persecució­n”. Así llaman los dirigentes indígenas a la justicia. El tema de la impunidad había quedado fuera de los diálogos, pero algunos lo trajeron de vuelta. El primero de ellos, significat­ivamente, fue Marlon Vargas, el presidente de la Confeniae, a quien el ministro del Interior responsabi­liza de la noche de terror que provocaron guerreros amazónicos armados en la ciudad de Puyo. Por el delito de entrenar y organizar una fuerza paramilita­r, precisamen­te, la Fiscalía había abierto una investigac­ión contra Vargas. Hoy, él ha sido amnistiado y un grupo paramilita­r bien provisto de lanzas y escopetas actúa en la Amazonía a la vista de todos. Incluso se enfrenta contra gente pacífica que se manifiesta con banderas blancas, como ocurrió el miércoles en Macas. Esa banda y la guerrilla urbana que se paseó por Quito son las criaturas que nos deja este paro nacional. El próximo pinta bonito.

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