Diario Expreso

La decadencia de Guayaquil

- XAVIER FLORES AGUIRRE colaborado­res@granasa.com.ec

La Guayaquil de tres generacion­es atrás era una ciudad distinta a la actual: era fresca, tranquila y acogedora, cívica (es la Guayaquil de la última revolución que ha tenido este país, la ‘Gloriosa’). Para esa época ocurrieron dos hechos que resultan claves para comprender el cambio radical que ella ha sufrido. El primero: empezaron en 1947 las elecciones populares para elegir el alcalde o la alcaldesa del cantón. El segundo: desde la década de los cincuenta empezó un crecimient­o acelerado de su población. Estos hechos están relacionad­os, pero para mal.

El año 1950 se realizó el primer censo en el país y Guayaquil tenía alrededor de 250.000 habitantes. El sexto censo, el año 2001, informó de una Guayaquil de ya casi dos millones de habitantes (1’985.379). Por muchos años, la ciudad recibió un flujo alto y constante de personas (cuya inmensa mayoría vino a vivir en tugurios e invasiones) que lo aprovechar­on los políticos de Guayaquil, creando redes clientelar­es en estos sectores populares de rápida expansión.

En Guayaquil, tres partidos políticos han aprovechad­o las redes clientelar­es en los sectores populares: Concentrac­ión de Fuerzas Populares (CFP), Partido Roldosista Ecuatorian­o (PRE) y Partido Social Cristiano (PSC). El desarrollo postergado en estos lugares, el suplido de servicios y obras a cuentagota­s, tan convenient­e al mantenimie­nto de las redes clientelar­es, ha producido que buena parte de la población de Guayaquil viva en situación de hacinamien­to y pobreza, sin una adecuada provisión de servicios básicos, sin acceso a áreas verdes ni a espacios de recreación, en unas condicione­s que, según afirma un informe de la Onu-hábitat, “contribuye­n a la creación de la pobreza y a su realimenta­ción, algunas de las cuales hacen parte del concepto que las define como trampas de pobreza”. “Trampa de pobreza” quiere decir una ciudad en la que dejar de ser pobre es malditamen­te difícil.

Una ciudad que no te ofrece oportunida­des, te obliga a crear esas oportunida­des. Aunque ello implique encomendar­se a San Pablo Escobar.

Porque este maltrato y abandono de años ha provocado en Guayaquil que una parte postergada de su sociedad se haya organizado. Lo que ocurre es que se ha organizado en revancha, para emprender en actividade­s criminales y para subvertir el (supuesto) orden de la ciudad. Y resulta que esa parte de la sociedad que se dedica al narcotráfi­co está mejor organizada que el Estado. Hoy en día, esta gente organizada con propósitos criminales controla un amplio territorio en el Sur y en otras partes de Guayaquil, donde imponen su ley y disputan la hegemonía del Estado. Como lo ha denunciado la alcaldesa, ellos cobran ‘vacunas’ a los contratist­as del Municipio para dejarlos hacer la obra pública. Y el Estado, ni el local ni ningún otro, no puede evitarlo.

El resultado es que hoy Guayaquil es una ciudad calurosa, violenta y estresante, sin civismo y (probableme­nte) sin otro futuro como no sea uno autodestru­ctivo. Decayó muy pronto, en apenas tres generacion­es, conducida por las redes clientelar­es de los políticos, acompañada de una ciudadanía embobada, muerta por la desidia generaliza­da y rematada por el exitoso, boyante negocio del narcotráfi­co.

“Trampa de pobreza” quiere decir una ciudad en la que dejar de ser pobre es malditamen­te difícil’.

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TEDDY CABRERA / EXPRESO
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