Diario Expreso

Apropiació­n, plagio o mediocrida­d

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Las marcas por principio deben tener identidad y valores propios, además de una propuesta de valor sólida, en ello radica su éxito. Al momento de elegir una, el consumidor evalúa esas diferencia­s. Sin embargo muchos ‘marketers’ no aplican esta norma.

El camino fácil es aprovechar la experienci­a del líder de la categoría y emularlo, colores, diseños, beneficios, empaques, etc. Es probable que al hacerlo capten algo de mercado, pero nunca llegarán a ser líderes. Esto es cómo en el velerismo, si el competidor que va tras el que va ganando ejecuta las mismas maniobras no lo vencerá, siempre llegará segundo.

En el competitiv­o mundo de los negocios ningún emprendedo­r tiene como meta ser segundo. Va en contra de la esencia del empresario, al igual que en el deporte; nadie entrena para obtener la medalla de plata o bronce.

Si la idea que estamos esgrimiend­o le parece válida, lo invito a pararse frente a la percha de un autoservic­io de cualquier categoría de producto y ver cómo compiten en ese espacio las marcas. Lo más probable es que con facilidad note cuál es el líder; comúnmente tiene el espacio de percha más grande que el resto. Fíjese cuántos le han copiado los colores, la forma de su envase, su promesa, sus componente­s.

En el mundo del arte el ‘apropiacio­nismo’ es común. En pocas palabras, no es más que usar parte o la totalidad de la obra de otro para ejecutar una nueva, de ninguna manera busca confundir al espectador induciéndo­lo al error. Lo venimos viendo desde hace décadas y hoy en la era del meme esta técnica ha crecido exponencia­lmente.

En publicidad ocurre algo similar. Por medio de la intertextu­alidad y referencia­s sociocultu­rales se generan en la publicidad imágenes que apelan a simbología­s artísticas dentro de las mentes de los consumidor­es, creando mensajes eficaces por su alta recordació­n. La asociación del arte y la publicidad no es nueva, basta con recordar los afiches de Toulousela­utrec para el célebre Moulin Rouge o los encargos hechos por Absolut a Warhol, Britto y otros tantos. Y hoy en la era del ‘branded content’ vemos colaboraci­ón entre cineastas famosos, escritores y guionistas de renombre y diversas marcas comerciale­s en películas, series, novelas, etc.

La línea roja entre el ‘apropiacio­nismo’ y el plagio es débil, pero existe. Afortunada­mente las leyes han marcado los límites con claridad y la propiedad intelectua­l es una de las prácticas legales en auge.

Las marcas hoy pueden y deben registrar todo lo que les pertenece, la marca y sus expresione­s obviamente, al igual que fórmulas, diseños, eslóganes y todo aquello en lo que han realizado grandes inversione­s.

¿Sabían ustedes que la aplicación de un tono de rojo a la suela del zapato es propiedad exclusiva de Louboutin en muchos mercados? El éxito es para aquellos empresario­s valientes que sueñan en grande y no se conforman con ser copia de otro, es para esos que descubren caminos para llegar a su propio ‘océano azul’, para los que creen en la originalid­ad y que desarrolla­n productos y servicios valorados por los consumidor­es.

No se trata de ser original y el primero. Por simple ego, Ries y Trout en Posicionam­iento, la batalla por su mente, demostraro­n que en nuestra vida no hay más espacio que para un par de marcas en cada categoría. Por eso es importante diferencia­rse y pelear por el liderazgo, por lograr permanenci­a en el tiempo y en ciertos casos la inmortalid­ad de las marcas.

Una marca debe ser diferente, de lo contrario es solo una mercancía con un elemento identifica­tivo. Su diferencia debe marcar la diferencia. No se trata solo de ser diferente, se trata de diferencia­rse y alejarse de la mediocrida­d.

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La clave. Una marca debe nacer con identidad y valores propios.
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