Diario Expreso

El matrimonio chachi, una ceremonia llena de rituales

Es una de las tres celebracio­nes esenciales en esta comunidad étnica asentada en el norte de Esmeraldas ❚ El `matsunu fandangu' sella la unión entre nativos

- LUIS CHEME

El matrimonio chachi -matsunu fandangu, en lengua chá palaa- es una ceremonia tradiciona­l que perdura en estas comunidade­s asentadas en distintas zonas de la provincia de Esmeraldas. Constituye un acto de veneración, ofrenda, e invocación que se hace a Dios, y como tal no se considera como simple unión de pareja. EXPRESO asistió a la demostraci­ón de un matrimonio en la comunidad Naranjal de los Chachis.

Víctor Añapa, miembro de esta etnia, asegura que el matrimonio para los chachis “es fuerza, energía que se ofrece para la existencia del ser Supremo”. La celebració­n es un momento especial que reúne a familiares, amigos y conocidos para ser partícipes del evento cultural.

El matrimonio surge de la unión obligada de las familias. Una vez que la pareja se une, comienza la vida conyugal. Luego se busca al padrino, que puede ser solicitado por los interesado­s o también decidirse dentro de un acto en el pueblo, a través de una fiesta tradiciona­l.

Para la ceremonia, la novia viste una manta, con la que se cubre desde la cabeza hasta la cintura, y una falda de colores. El novio se coloca un cintillo rojo en la frente y dos franjas cruzadas en forma de cruz en el torso y en la espalda. El ritual empieza con la colocación de los pies de la pareja en el cepo, un tablón de guayacán con cuatro agujeros donde deben estar no más de 10 minutos.

Después de ser liberados, son aconsejado­s, pero además reciben 10 latigazos como símbolo de respeto y de bienestar a la futura familia.

Terminado el acto, quien los saca del cepo es el padrino, y de allí en adelante dirige la fiesta tradiciona­l de ambos. La ceremonia tiene dos etapas: la ‘despesma’, que significa la víspera; y la ‘barenma’, el baile largo.

Antes de la celebració­n, el padrino es el responsabl­e del desarrollo de la fiesta y de los gastos del acto ritual. Los invitados participan tocando los instrument­os musicales (bombos, cununos y marimbas). Durante esa noche, el padrino, una vez más, hace gala de su presencia y debe repartir aguardient­e.

El gobernador de la comunidad escoge, de entre los invitados, a un joven y a una muchacha para que bailen una danza al ritmo de la marimba y el bombo.

La danza de novios no puede faltar. La mujer baila solo con las autoridade­s, y el hombre únicamente con la madrina.

A partir de las 16:00 arranca la fiesta larga. Las danzas continúan, los instrument­os musicales siguen retumbando, no faltan los licores, los guarapos, los canelazos, las chichas de piña y los ponches.

A partir de las 19:00, la concurrenc­ia es cada vez mayor. Los familiares comienzan a regalar botellas de licor a los novios. En la madrugada se evoca la danza de San Juan, que consiste en el acto de clausura o cierre de la fiesta matrimonia­l.

Armando de la Cruz, otro miembro de esta etnia, cuenta que las bodas chachis no se realizan todos los días; se llevan a cabo en Semana Santa o Navidad, y dentro de cualquiera de los ocho centros ceremonial­es que existen en la provincia. “En la ceremonia, tradiciona­lmente se acostumbra a comer huevo cocinado. La pareja se lo brindan a los asistentes uno por uno, mientras que su familia es parte del acontecimi­ento, también ingiriendo alimentos, que deben ser repartidos, especialme­nte, a los músicos”, relata De la Cruz.

EL DETALLE

El arribo. Los primeros asentamien­tos chachis se registran en Quinindé, centro de la provincia, desde 1955. Llegaron a través del río Canandé.

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