Hablar por hablar
Desde siempre tuve afición por los escritos que reflejaban humor a pesar de las situaciones poco agradable que manifestaban. Al leer sobre los discursos presidenciales que dan relumbre a quienes los parlotean mientras sus reales autores están sumidos en total anonimato, como es el caso de Fantasmas de palacio presidencial (Diario EXPRESO); o en su defecto, como enuncia un artículo aparecido en el prestigioso rotativo: “Esa cuerda de golpistas iletrados”, que sanciona moralmente a muchos que creen que hay que “hablar por hablar” expresando palabras que en ocasiones ni ellos mismos las entienden; recordé a Enrique Jardiel Poncela, escritor y dramaturgo español, en su obra Lectura para analfabetos (1937).
Así las cosas se me ocurrió ofrecer mis limitados servicios a quienes están en las difíciles funciones de dar rumbo al país a pesar de sus muy finitas capacidades. Colgué un letrerito con título atractivo y para que entiendan las personas incultas que hacen política, rezaba así: ‘Ce asen dizkurso para hasambleista’. Ninguno de los curiosos que se han acercado tiene en su currículo haber pateado una pelota, ganado un concurso de baile o participado en un concurso barrial de belleza, ni tienen parientes empleados públicos, ni eran afrodescendientes, ni indígenas o con alguna tara física como para ganar votos por ignorancia, simpatía o conmiseración.
Un caballero de avanzada edad, que sostenía sus pasos con un bastón, sentenció: “No pierda el tiempo, ni siquiera eso entenderán los asambleístas”. Creo que tendré que retirar el letrero.
Ricardo López González