Así era el rostro de san Isidro Labrador, muerto hace 10 siglos
La Universidad Complutense recrea informáticamente cara del santo Falleció en torno a los 40 años de una infección bucal
San Isidro Labrador, nacido Isidro de Merlo y Quintana (Madrid, 1082), siempre ha sido considerado un santo de andar por casa, nada que ver con las grandes figuras y doctores canonizados de la Iglesia. De hecho, no se le atribuyen casi milagros (apenas cinco en vida), se le ha tachado de holgazán (sus bueyes araban mientras él dormía) y, además, estaba casado y tenía un hijo. Sin embargo, el pueblo y la realeza comenzaron a venerarlo mucho antes de su canonización en el siglo XVII. Los reyes reclamaban sus reliquias para sanarse y el pueblo pedía la procesión de sus restos
para acabar con la sequía.
Un estudio antropológico y forense efectuado al cuerpo del santo confirma que realizaba trabajos manuales y que murió en torno al año 1130, como señala su bula de canonización, pero a una edad de entre 35 y 45 años, desmintiendo la versión tradicional que atribuía al patrón de los labradores una edad de 90 años en el momento de su fallecimiento.
Esa son algunas de las conclusiones de un estudio encargado con motivo del IV Centenario de su canonización (por el Papa Gregorio XV el 12 de marzo de 1622) a la Escuela de Medicina Legal y Forense de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Su informe se ha presentado este lunes 28 de noviembre, junto a una reproducción facial escultórica del rostro del santo, elaborada con los datos y ‘virtualización’ del cráneo. La Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y el Arzobispado de Madrid han presentado la reconstrucción informática del rostro del santo a partir del análisis de su cuerpo momificado, que se guarda en la colegiata de San Isidro en Madrid. Los resultados antropométricos señalan que era un hombre de rasgos norteafricanos, alto y que murió cerca de la cuarentena a causa de una infección bucal.
El cuerpo fue trasladado en febrero por la funeraria municipal a la Clínica de la Concepción de la Fundación Jiménez Díaz. La técnica TC no es invasiva, mantiene la integridad del objeto de estudio, aporta imágenes con las que se identifican cuerpos extraños internos, se obtienen medidas con una alta resolución espacial y permite completar los estudios de antropología forense sin tocar o modificar los cuerpos. Los trabajos, presentados hoy lunes por el vicerrector de la Universidad Complutense, Juan Carlos Doadrio, están firmados por las expertas Patricia Moya Rueda, María de Benito Sánchez, Mónica Rascón Risco e Isabel Angulo Bujanda. La cabeza del santo estaba cubierta por piel a excepción del mentón, parte del maxilar superior y del cuero cabelludo. El tórax estaba completo, cubierto por piel y sin deformidades. Mantenía sus órganos genitales.
En el interior del féretro se halló también una moneda del reinado de Enrique IV, como las que se colocaban en las cuencas oculares siguiendo la tradición de algunos enterramientos griegos como parte del rito del óbolo de Caronte. El fallecido pagaba con la moneda al barquero Caronte para que lo trasladase al otro lado de la orilla del Inframundo. El rito fue prohibido en la Castilla medieval, pero fue muy común en época visigoda.
Los restos del santo presentan también graves infecciones bucales, que podían provocar la muerte (hasta el 40% de los casos en la Edad Media) y que degeneraban en alteraciones de tipo mecánico, como restricciones en las vías aéreas, expansión cardiaca, o de tipo infeccioso en tórax o incluso la sepsis.
SUS RASGOS
Los signos de ancestralidad concluyen que no es posible asociar a san Isidro con un grupo poblacional específico, pero su cuerpo arroja características propias de grupos afrodescendiente.