Diario Expreso

PEDRO I DE BRASIL: 200 años de la coronación

La ceremonia que dio nacimiento al imperio brasileño y consolidó la independen­cia del país solo será recordada con una escenifica­ción en la iglesia en que ocurrió

- CARLOS A. MORENO EFE  RÍO DE JANEIRO (BRASIL)

La única iglesia fuera del Viejo Continente en la que se consagró a un monarca europeo y una corona fabricada en 40 días a la que le retiraron las joyas destacan entre las reliquias que recuerdan la coronación de Pedro I como primer emperador de Brasil, de la que este jueves se conmemoran 200 años. La histórica ceremonia que dio nacimiento al imperio brasileño y consolidó la independen­cia de Brasil, tan solo será recordada con una escenifica­ción de la coronación en la histórica iglesia en que ocurrió, promovida por el movimiento monárquico y la arquidióce­sis de Río de Janeiro.

La intención de la ceremonia es rescatar la historia de la iglesia donde tuvo lugar la coronación, ahora llamada Nossa Senhora do Carmo, que fue elevada a la condición de catedral y Capilla Real en 1808, cuando toda la familia real portuguesa desembarcó en Río de Janeiro para huir de la invasión napoleónic­a. En un país que en 1889 proclamó la República y mandó la familia imperial al exilio, el Gobierno brasileño prefirió ignorar la efeméride y concentrar todas las conmemorac­iones el 7 de septiembre pasado, fecha del bicentenar­io de la independen­cia de Brasil.

Pedro I es una de las principale­s figuras de la historia brasileña y su vida ha dado origen a numerosas biografías, estudios y novelas, incluyendo una polémica del español Javier Moro (“El imperio eres tu”, 2011), que destacan la personalid­ad contradict­oria, rebelde y mujeriega del emperador, pero también su condición de gran estadista.

El 12 de octubre de 1822, un mes después de que declarara la independen­cia de Brasil, el entonces príncipe regente Pedro d’alcântara de Bragança y Borbón (1798-1834) fue aclamado como primer emperador de Brasil por la población y las cortes. Y el 1 de diciembre de 1822, casi dos meses después, coronado y consagrado en ceremonia pomposa y solemne bajo los protocolos del rito Pontifical Romano-germánico, ante tres de los cuatro obispos que tenía Brasil en la época.

La coronación fue realizada en la entonces Capilla Real, después convertida en Capilla Imperial, la misma en que, en 1816, Joao VI fue consagrado rey de Portugal tras la muerte de su madre, María I.

Ese hecho convierte a Nossa Senhora do Carmo, una pequeña iglesia perdida en medio de edificacio­nes en el centro de Río y frente al Palacio Imperial, en la única fuera del Viejo Continente que ha sido testigo de consagraci­ones y matrimonio­s de reyes europeos.

La misma iglesia fue testigo de la coronación de los dos emperadore­s brasileños, Pedro I y su hijo Pedro II (1841), y del matrimonio de la entonces heredera del trono, la princesa Isabel, con el conde francés Louis Phillippe Gaston d’orléans (1864).

Ante el poco tiempo entre la aclamación y la coronación, el orfebre Manuel Inácio de Loiola tan solo tuvo 40 días para confeccion­ar la corona de Pedro I, una joya con formato elíptico de 36,5 centímetro­s de altura y 2,7 kilos de peso hecha en oro de 22 quilates a la que se le incrustaro­n 639 diamantes.

La corona, junto a un cetro también confeccion­ado a las prisas y el manto imperial, se conservan en el Museo Imperial, en Petrópolis, ciudad en la sierra de Río de Janeiro donde el emperador Pedro II tenía su residencia de verano.

Pese a ello, le retiraron las piedras preciosas en 1840 para la confección de la corona de Pedro II y, tras la proclamaci­ón de la República, estuvo perdida hasta 1943, cuando fue encontrada por un empleado de la Casa de la Moneda.

Otra reliquia de la coronación es el cetro, también confeccion­ado a las prisas por Loiola en oro y diamantes, que mide 2,5 metros, y tiene en su punta el dragón imperial, símbolo dinástico de la casa Bragança. Y en el Museo de Petrópolis también se conserva el manto imperial, confeccion­ado en terciopelo, con forma de poncho y con bordados con hilos de oro que representa­n ramos de cacao y tabaco, el dragón imperial, esferas y estrellas. Su muceta fue hecha con plumas amarillas de gallito de roca guyanés, que después fueron sustituida­s por plumas de tucanes.

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