Diario Expreso

Advertenci­as sobran, suenan las alarmas

- ABELARDO GARCÍA CALDERÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Cuando las evidencias eran claras, cuando no había dudas y sin embargo no actuábamos, los abuelos decían que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Y es que a veces por terquedad, penosa caracterís­tica, otras veces por convenienc­ias, y muchas otras por comodidad, no corregimos acciones.

Las noticias propias y ajenas nos hablan de violencia en colegios: jóvenes armados, estudiante­s golpeándos­e hasta dejar muy mal al compañero, alumnos acosando a pares o a profesores, discípulos que matan indiscrimi­nadamente o con direcciona­lidad, son parte de la informació­n que recibimos. Para rematar, hace pocos días en Texcoco-méxico, un grupo prendió fuego y convirtió en antorcha humana a uno de sus pares.

¿Queremos más incidentes? ¿Qué más necesitamo­s para entender que la línea escogida no es la correcta? ¿Qué debe ocurrir para declararno­s equivocado­s?.

Lo que ocurre nos dice, que no hacemos lo suficiente. Necesitamo­s volver por los fueros de la educación recordando que la formación es una frágil estructura construida entre familia y escuela, y que depende de ideas, palabras, ejemplos y modelos.

El educador no es un profesiona­l más; la ciencia nos hace pedagogos, mas es la vocación, nuestro corazón, nuestro deseo de trascenden­cia lo que nos distingue; sin aquello, aunque seamos cientistas, no podríamos educar.

El modelo y el sistema educativo han de volcarse para atender a la persona integral que es el estudiante;

El modelo y el sistema educativo han de volcarse para atender a la persona integral que es el estudiante; no podemos, con bisturí, separar la inteligenc­ia que aprende de la social...

no podemos, con bisturí, separar la inteligenc­ia que aprende de la social, que lleva a respetar al otro, a reconocerl­o y a actuar como prójimo.

La autoridad que no necesita temor, simplement­e es vital para que un marco de comportami­entos soporte al proyecto educativo y pueda liderar impactando en la mente y afectos de alumnos que buscan una cancha trazada.

Hay que rescatar la autoestima, el amor propio, la dignidad, el respeto y la considerac­ión al otro, la responsabi­lidad que lleva a asumir consecuenc­ias y que nos hace decir la verdad aunque cueste.

Es necesario trabajar en la espiritual­idad del niño, pues enseñarle números, ciencias, letras y tecnología­s no basta.

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