Diario Expreso

UN PARQUE oculta a indígenas desplazado­s

Desde hace casi tres meses el céntrico santuario natural Enrique Olaya Herrera amanece con un centenar de niños indígenas que deambulan y por sus pasillos

- PAULA CABALEIRO / EFE ⬛ BOGOTÁ

Cada mañana desde hace casi tres meses el céntrico Parque Nacional Enrique Olaya Herrera de Bogotá amanece con un centenar de niños indígenas que deambulan y juegan por los pasillos formados entre las carpas de plástico en las que duermen más de 400 indígenas emberas.

Son desplazado­s de sus comunidade­s de origen por la violencia y se asentaron en el céntrico parque de la capital colombiana por primera vez en septiembre de 2021 hasta que nueve meses después fueron reubicados a las afueras de la ciudad. Pero ante la desidia y una falta de condicione­s de habitabili­dad del refugio donde les trasladaro­n han decidido volver a acampar en el centro de Bogotá, entre los árboles del Parque Nacional. Hay casi 130 niños en el asentamien­to, muchos de ellos ni siquiera llegan a los cinco años de edad, que caminan desatendid­os, descalzos, y sin la suficiente protección contra el frío matutino de Bogotá.

Las nubes de humo de las hogueras que usan para cocinar se funden entre las copas de los árboles mientras algunas de las madres de las 137 familias que allí conviven preparan el desayuno.

Otras llevan a los menores al cauce de la corriente de agua que atraviesa el parque para asearse y lavar la ropa, que posteriorm­ente dejan secando sobre el césped o colgada en cuerdas improvisad­as entre árboles.

Estos indígenas de la población embera katío fueron desplazado­s por la violencia de los departamen­tos del Cauca, Risaralda y Chocó, en el centro-oeste del país, y ahora viven una odisea para encontrar donde establecer­se fuera de sus tierras.

La Alcaldía de Bogotá les ofreció en mayo de 2022, cuando estaban acampados por primera vez en el Parque Nacional, trasladars­e a un refugio de la Unidad de Protección Integral (UPI) La Florida, en las afueras de la ciudad.

Allí recibirían una mejor atención en salud y alimentaci­ón, pero “las autoridade­s incumplier­on” con su promesa, según explica Demetrio Arias, vocero de la comunidad indígena. Por eso en noviembre pasado volvieron al parque tras un camino de casi cinco horas a pie desde el sector de La Florida.

La situación humanitari­a es precaria: los niños juegan en horario escolar al borde de la carrera séptima, una de las vías más ruidosas y transitada­s de la ciudad. Arias denuncia que lo que más les preocupa es que “los niños no vayan a la escuela y al jardín (de infancia)”, y por ello piden acciones al Gobierno y un encuentro con la Secretaría de Educación.

Familias enteras duermen y conviven entre grandes plásticos que funcionan como carpas y se calientan con fogatas alimentada­s por troncos de la madera de los árboles que ellos mismos obtienen del parque.

La comunidad está de luto, pues el pasado jueves murió por una infección respirator­ia un menor embera de cinco años que se encontraba con su abuela en el refugio de La Florida. Con él, ya van 33 menores fallecidos desde que llegaron por primera vez al Parque Nacional el 29 de septiembre de 2021, según la propia comunidad.

Además, a principio de año, la Secretaría de Salud también informó de que tres indígenas de 23, 24 y 41 años trataron de quitarse la vida en el parque, aunque fueron atendidas con rapidez y trasladada­s al Hospital San Ignacio.

La deshidrata­ción, las enfermedad­es y el hambre es lo que más alarma a la comunidad: “estamos sin alimentos y las mujeres están en riesgo”.

“La situación que estamos viviendo en el Parque Nacional es muy dura porque los funcionari­os públicos dijeron que nos iban a ayudar con la alimentaci­ón mensual, pero no están cumpliendo”, lamenta Arias.

Es por ello que decidieron que, si no obtienen respuesta del Gobierno, “volveremos a la marcha en las calles”, con una protesta el próximo 25 de enero.

Mientras tanto, el nuevo alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, quiere retomar los diálogos con la entidad del Gobierno nacional que se dedica a la inclusión social, el Departamen­to de Prosperida­d Social, para “buscar salidas para la población indígena embera” desplazada en Bogotá.

SITUACIÓN

Hay casi 130 niños en el asentamien­to, muchos de ellos ni siquiera llegan a los cinco años de edad que caminan desatendid­os, descalzos, y sin protección.

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Resultado. Muchos de los indígenas son madres que se sientan en el piso con sus hijos a esperar que los días malos transcurra­n sin provocar daños.
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CARLOS ORTEGA / EFE Escena. Indígenas en campamento­s improvisad­os con sus hijos.

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