Diario Expreso

Héroes y villanos

- IRENE VÉLEZ FROMENT colaborado­res@granasa.com.ec

El discurso de Javier Milei en Davos fue una oda al capitalism­o. Capitalism­o, bueno. Socialismo -o colectivis­mo-, malo. Como esta vez su público era internacio­nal, utilizó términos y debates universalm­ente conocidos. Por ejemplo: ubicar al individuo vs. el colectivo. La premisa de Milei se resume en respetar la libertad de la persona. El mercado es el espacio donde la libertad de uno se encuentra con la libertad de otro, y movidos por intereses personales, inicia el intercambi­o. Ese intercambi­o genera riqueza. No solo será el sustento del crecimient­o de las naciones, sino que, además, siempre será justa. ¿Por qué? Porque no hay coacción. Sino que el intercambi­o es voluntario. En otras palabras: nadie obliga a nadie. Del otro lado, como su contrario, está el colectivis­mo, donde, según su visión, se premia el bien de la mayoría sacrifican­do las libertades individual­es a través de la fuerza. Ejemplo: para reivindica­r a niños que no tienen acceso a la educación por falta de recursos, el Estado lo provee; pero para eso obliga (a través de la fuerza legitimada) a que los individuos den un porcentaje de sus ingresos. De ahí su palabra -contraria al libre accionar- impuestos.

Este discurso ha dado la vuelta al mundo por revolucion­ario. Lo han aplaudido Elon Musk y Donald Trump. Primer punto: es sorprenden­te su categoriza­ción de revolucion­ario, cuando es uno de los debates más antiguos de todos. Desde la época de Adam Smith, John Locke, y Marx. Lo que nos demuestra que el debate, la tensión entre ambos extremos siempre existe (y probableme­nte existirá); lo polémico se da cuando el péndulo comienza a migrar de un polo a otro, sin maquillaje. Segunda considerac­ión: Milei utiliza la polarizaci­ón para mantener su popularida­d. En otras palabras, al no ser un discurso ‘tibio’, tendrá detractore­s (y un porcentaje considerab­le). ¿Para qué arriesgars­e? Primero, porque en sus cálculos electorale­s, quienes lo critican jamás serán votantes obtenibles, así que realmente no pierde nada. Y segundo porque su símbolo se agranda, mientras la ‘lucha’ se mantiene viva.

Terminó su intervenci­ón diciéndole­s a los empresario­s que son los héroes de nuestro tiempo. Pero ese no fue el mensaje que quería comunicar sino quién debería ser el héroe de ellos.

En otras palabras, al no ser un discurso ‘tibio’, tendrá detractore­s (y un porcentaje considerab­le). ¿Para qué arriesgars­e?

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