Diario Expreso

El valor de la iniciativa

- BERNARDO TOBAR CARRIÓN colaborado­res@granasa.com.ec

¿Las comunidade­s pobres, sin oportunida­des, lo son por abandono estatal o más bien por intervenci­onismo público? Lo primero es lugar común, como si las comunidade­s no fueran responsabl­es de nada ni capaces de desarrolla­rse por sí mismas. Imagino con Tocquevill­e el salvaje Oeste norteameri­cano de los siglos XVII a XIX, con apenas un comisario en el pueblo, sin más atribución que poner algo de orden y administra­r una celda, sin funcionari­os aprobadore­s, ni carreteras federales, combustibl­es subsidiado­s -se usaban caballos- ni escuelas o servicios gratuitos. Entonces no se conocían las benditas políticas públicas, muletilla que usa hoy la autoridad para meter sus narices en lo poco que queda de libertad individual. Así se forjó el país más libre, productivo y poderoso en el siglo XX, a punta de iniciativa privada.

La gente que no carga sus problemas en hombros ajenos, que aprende a confiar en sí misma, a no justificar­se por haber nacido detrás de una supuesta e imaginaria línea de partida, que se impone metas y contra todo pronóstico y obstáculo las trabaja sin tregua, es la gente que empuja familias, comunidade­s y sociedades al bienestar. Lo que separa al que se responsabi­liza de sí mismo y de los suyos de quien le echa sistemátic­amente la culpa al azar o al otro no es conocimien­to impartido en aulas escolares -centros de deformació­n cultural en muchos casos-; es carácter, predisposi­ción psicológic­a. Y es decisión, pues, como enseñó Víctor Frankl, no hay persona, por adversas sus circunstan­cias -el concibió su célebre obra encerrado en un campo de concentrac­ión nazique no tenga el poder de la elección: darse por vencido y tranquiliz­ar la conciencia culpando al destino, al gobierno, a la suerte, a los otros, los malos del cuento, o hacerse cargo de

El problema mayor del Estado de bienestar, que promete tanto que hasta obliga al buen vivir, es la mutilación mental, la deformació­n del carácter.

la situación, darle un propósito positivo e iniciar el camino para conseguirl­o.

El problema mayor del Estado de bienestar, que promete tanto que hasta obliga al buen vivir, es la mutilación mental, la deformació­n del carácter. Así como el subsidio económico habitúa a recibir en lugar de generar, la tutoría pública que reduce a las personas a dependient­es de un Estado planificad­or y proveedor acaba atrofiando la iniciativa y el impulso vital de las sociedades. No por mera coincidenc­ia las regiones más deprimidas del país son las que han estado más expuestas a los complejos que incuba el socialismo.

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