Carta al presidente
El acto eleccionario le permitió candidatizarse para ocupar la presidencia de la República y, multitudinariamente, los ecuatorianos lo elegimos confiando en su juventud y arrestos, en la seguridad de que se entregaría de lleno al proceso de reestructuración de nuestro Ecuador.
Su gestión hasta el momento ha recibido el aplauso y beneplácito ciudadano, al haber tomado medidas oportunas, enérgicas y adecuadas para ese enrrumbamiento tan necesario, pese a la existencia de seudoecuatorianos que aparte de lucrar de la nación orientan su accionar en beneficio de personas o de grupos de gente baja y miserable, que se ha divorciado de cuanto necesitamos en los momentos actuales en materia de estabilización financiera, seguridad, combate al terrorismo, narcotráfico y narcoguerrilla.
Al margen de lo expresado, el motivo de esta misiva es el de recordarle la frustración y angustia de miles de profesionales que hemos sufrido la impavidez e irresponsabilidad de gobiernos anteriores, ante la desaparición del Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical Leopoldo Izquieta Pérez, que malévolamente lo aniquiló el expresidente Correa, mediante el ilegal e inconstitucional Decreto 1290.
La ministra Mónica Palencia, conoce bien del tema, al haber sido la esposa del Dr. Francisco Huerta Montalvo (+), quien fuera uno de los más aguerridos luchadores en favor de su reivindicación y que desafortunadamente partió sin ver brillar la justicia y el retorno a la vida sanitaria del Ecuador a esa institución, gloria y prez de la salud ecuatoriana, que tanto la necesitamos hoy en día.
Usted se está enterado de la contaminación de los alimentos y de la presencia de medicamentos sin calidad ni valor terapéutico que consumimos, hecho que jamás sucedió mientras existió el Departamento de Registro Sanitario del INH.
Como ecuatoriano y en especial como guayaquileño, usted tiene la opción de pasar a la historia como el magistrado que reparó un daño cruel, ilegal, inconstitucional y atentatorio en contra de la salud del Ecuador. ¡Háganos justicia, señor presidente!
Y sigo andando…