Diario Expreso

Vive y deja vivir. O morir.

- BERNARDO TOBAR CARRIÓN colaborado­res@granasa.com.ec

La cuestión suscitada por la demanda de Paola Roldán para que se reconozca su derecho a morir dignamente, que algunas normas no permiten ejercer, exige más que un análisis sobre el contenido del derecho a vivir con dignidad -que la jurisprude­ncia comparada hace años consideró que incluye el derecho a morir-, para enfrentar el asunto de fondo y la oportunida­d de corregirlo. La discusión última estriba en el límite que debe tener la autoridad -es decir la ley que le pone coto a su posibilida­d de inmiscuirs­e- frente al ejercicio de los derechos inherentes a la persona humana.

Vivimos acechados por los credos, algunos religiosos, otros seculares, pero todos atravesado­s por dogmas que se quieren imponer por la fuerza de la ley, o a sangre y fuego, como predican los ayatolás; por la dictadura del proletaria­do -que en realidad la ejercen un puñado de vivos en su nombre-, como ansían los socialista­s; por la rectoría estatal del buen vivir, estafa cívica de Montecrist­i; o por la presión y el activismo, violencia moral en suma, de los fanáticos de cualquier signo, que hasta la naturaleza es ahora deidad con sus sacerdotes. El hilo conductor soterrado de estas amenazas al señorío del individuo sobre sí mismo es esa pretensión insoportab­le y arrogante de algunos congéneres de poseer una verdad absoluta unida a la propensión de forzarla sobre los demás usando hasta la ley.

Si hay algún valor occidental compartido lo mismo por la declaració­n de los derechos humanos, de inspiració­n laica, como por la doctrina cristiana, es la considerac­ión del libre albedrío como el atributo esencial y definitori­o de la persona humana, libertad que se ejerce al abrazar o rechazar un credo. La imposición de un sistema de creencias, con las sanciones del caso, a través de una ley es incompatib­le con el derecho natural, las normas

La imposición de un sistema de creencias, con las sanciones del caso, a través de una ley es incompatib­le con el derecho natural, las normas sobre derechos humanos o la doctrina cristiana.

sobre derechos humanos o la doctrina cristiana. Si una persona elige, en ejercicio de su voluntad libérrima, morir con dignidad en lugar de resignarse a una existencia de sufrimient­o incurable, ¿a cuenta de qué cabría la interposic­ión del vecino, de la mayoría o la minoría, o de la autoridad con sus leyes penales?

La ley servirá como pilar esencial de coexistenc­ia pacífica entre gente diversa solo si contrae su alcance a los consensos mínimos, permitiend­o a cada cual vivir o morir conforme sus creencias, o sin ellas, en tanto no afecte la libertad del otro.

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