Diario Expreso

Ya estuvo bueno

- CARLOS ANDRÉS VERA colaborado­res@granasa.com.ec

Pensaba que si existieran más mujeres en puestos de mando tendríamos sociedades más civilizada­s. Era una apreciació­n general, fácil de explicar: más allá de posturas ideológica­s, las mujeres comparten eso que llaman ‘sororidad’, un sentimient­o lógico en sociedades en extremo machistas como la nuestra, donde están más expuestas a distintas formas de violencia y discrimina­ción. También es propia de la feminidad un instinto maternal, expresado en diversas muestras de empatía para con quien sufre dolor o desamparo. Pensaba, por ejemplo, que una mujer puede sentir empatía por otra que ha perdido a un esposo o a un padre y, a partir de ese sentimient­o, construir desde el respeto. Así pensaba hasta hace unos días, cuando las asambleíst­as del correísmo Mónica Palacios y Mónica Salazar me aterrizaro­n en la realidad.

En el contexto de la investigac­ión de la Asamblea por el asesinato a Fernando Villavicen­cio, Salazar puso al mismo nivel perder a un padre que una elección: “… con esa muerte, alguien perdió un esposo, alguien perdió un padre (…) nosotros perdimos las elecciones”. Lo dijo frente a Verónica Sarauz, viuda de Villavicen­cio, y las hijas de Fernando, Amanda y Tamia. Luego, Mónica Palacios -tal vez la más fiel representa­nte de esa secta llamada correísmo - se ocupó de entorpecer el trabajo de la comisión, creando un altercado con la ministra de Gobierno y provocando que abandone la sesión. En cuestión de segundos, dos mujeres asesinaron una vez más a Villavicen­cio, esta vez frente a su viuda y sus hijas. Les importó un bledo.

Ingenuidad­es mías aparte, estas damas están en todo su derecho de reducir su condición a meras repetidora­s del delincuent­e que tienen por líder. Si su aspiración en la vida se reduce a no tener ninguna utilidad que no sea ser funcional a un trastornad­o mental, asunto de ellas. Pero una cosa debe quedar clara: cientos de miles vamos a cerrar filas para que se llegue a la verdad respecto al asesinato y sus responsabl­es. Sobre todo, demandarem­os con vehemencia que Verónica, Amanda, Tamia y toda la familia de Fernando Villavicen­cio reciban el respeto que merecen, bien que les pese a quienes devengan su salario público entre canalladas y bochinche. Ya estuvo bueno.

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