Diario Expreso

De la sequía a la inundacion­es: Somalia vive una crisis climática

El país es blanco fijo de grandes problemas de calentamie­nto global

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Unai Mohamed había visto antes la tierra de Somalia agrietada por la sequía y arrasada por las inundacion­es, pero nunca la falta de agua y el exceso de ella habían golpeado tanto a su país, cuyo territorio es una de las principale­s trincheras de la crisis climática en el mundo.

“El clima era mucho peor que Al Shabab. Tenías la sensación todo el rato de que cualquiera podía morir”, dice a EFE esta mujer de 36 años, bajo la sombra escasa y solitaria de una acacia espinosa, en referencia al grupo yihadista que controla gran parte del sur y el centro de Somalia. Bajo el calor abrasador del que trata de protegerse Mohamed, pueden verse signos de la incipiente recuperaci­ón de los cultivos, en un enorme huerto de maíz, del que comienzan a asomar doradas mazorcas, a las afueras de Dollow, ciudad frontera entre Somalia y Etiopía, en el estado somalí de Jubaland (sur). La insegurida­d obligó a esta agricultor­a y madre de nueve hijos en 2007 a abandonar su ciudad natal, Huddur, capital de la región vecina de Bakool.

Tras la devastador­a sequía que golpeó el Cuerno de África entre 2020 y 2023 -la peor en cuatro décadas-, Mohamed y su familia esperaban con ansia que las semillas plantadas comenzaran a germinar a finales del pasado año, pero en octubre “llegaron las fuertes lluvias que arrasaron con todo”, lamenta.

En la primera línea del calentamie­nto global provocado por los humanos -que, según un estudio publicado el pasado abril por la red global de científico­s World Weather Attributio­n (WWA), multiplicó por cien las probabilid­ades de que se diera la sequía-, los somalís se han visto arrollados los últimos años por una catástrofe climática tras otra, sin tiempo para recuperars­e. “En los registros históricos, no tenemos constancia de una sequía tan fuerte o unas inundacion­es tan devastador­as”, explica Paolo Paron, experto en tierra y agua de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) en Somalia.

“Esta es la primera vez que las ciudades ribereñas (del Juba y el Shabelle, principale­s ríos del país) estuvieron inundadas durante más de veinte días seguidos”, añade. Según la ONU y la Agencia Somalí de Gestión de Desastres (SODMA), al menos 120 personas murieron y más de un millón se vieron desplazada­s por las lluvias torrencial­es, agravadas por el fenómeno meteorológ­ico de El Niño.

Así, en la estación lluviosa conocida como deyr, entre octubre y diciembre, las precipitac­iones en el sur y el centro de Somalia alcanzaron más de un 300 % de la media habitual en ese periodo. Toda esa agua cayó sobre una tierra incapaz de absorberla, al haberse visto “endurecida” por las cinco estaciones lluviosas fallidas previament­e, señala Paron. Aunque Somalia consiguió evitar la declaració­n de hambruna gracias a la ayuda internacio­nal, la sequía hizo que unos 6,6 millones de personas sufrieran insegurida­d alimentari­a aguda, mientras hasta 43.000 podrían haber muerto por la catástrofe, según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS).

“Cuando llegamos, estaba tan débil, que no sabía cómo sostenerlo. Ahora, está ganando peso y no para de jugar”, relata a EFE Athar Osman, recostada en una de las camas del hospital central de Dollow.

A su lado, ojiplático y con mirada curiosa, su bebé Mohamed, de diez meses.

EL DETALLE

Situación. Aunque las lluvias dejaron un rastro de vegetación y los cultivos están empezando a recuperars­e, muchos somalís acumulan deudas.

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EFE Panorama. Habitantes han visto la tierra de Somalia agrietada por la sequía y arrasada por las inundacion­es.

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