Diario Expreso

La catanga y la tunda, huellas de los abuelos

Un instrument­o y una mitología que rememoran la lucha por la libertad del pueblo negro ❚ Un historiado­r relata su origen

- VANESSA LÓPEZ QUIÑÓNEZ Especial para EXPRESO GUAYAQUIL

En algunos ríos en cuyas orillas se asientan comunidade­s afroecuato­rianas, en la provincia de Esmeraldas, aún se usa la catanga. Se trata de un instrument­o de forma cilíndrica a base de caña guadúa, reforzada con ramas de bejuco, con púas hacia dentro, con la parte inferior cubierta y la superior con tapa y que desde hace siglos los pobladores construyen y utilizan para atrapar peces y camarones. Los comuneros ubican en el interior de la catanga pequeñas carnadas. Atraídos por ellas, peces como el barbudo, la mojarra y el sábalo entran en el utensilio de madera y quedan atrapados. Serán cena del día.

Pero más que un utensilio y artesanía, la catanga, su forma y hasta su nombre, revive el origen de los primeros negros que llegaron a lo que ahora es Ecuador. Así lo explica el historiado­r de la cultura afro, escritor e investigad­or afroecuato­riano Ibsen Hernández.

“Los abuelos en su inmensa sabiduría nos dejaron señales para que nosotros supiéramos datos importante­s: de dónde venimos y en qué condicione­s. Una de esas huellas fue la catanga. Fue de esa manera como escribiero­n su historia”, menciona el historiado­r.

Utensilio. La catanga es una trampa para peces que también la utilizan comunidade­s indígenas que viven a orilla de los ríos.

Según el experto, los ancestros negros crearon este instrument­o muy útil para poder alimentars­e de los peces, al mismo que nombraron ‘catanga’ para recordar por siempre y para siempre de dónde venían: de Katanga, un pueblo de El Congo en África, (que hoy en día es una provincia). “Le pusieron ese nombre al utensilio para que incluso, siglos después, volvamos a hablar de la catanga y de ellos”, le reitera Hernández a EXPRESO. Otra de las huellas, cuenta el historiado­r, que dejaron los abuelos africanos, fue la mitología de ‘La Tunda’, que “los no afrodescen­dientes han manchado y la pintan como un monstruo”.

La historia de la tunda que conocen las actuales generacion­es trata de un ser con apariencia de mujer negra y con ciertos rasgos de monstruo que tiene una pierna de remolino o de animal. Un espíritu que aparece de repente e invita a sus víctimas a comer camarones, para después llevárselo­s lejos.

“¡Mentira! La tunda no es un monstruo, nunca fue un monstruo, porque la leyenda original es que la tunda se aparecía con la imagen de alguien conocido y querido y por eso sus víctimas la seguían”, enfatiza el escritor.

Pero más allá de la mitología, en el tiempo de los abuelos africanos la tunda era real, explica Ibsen Hernández. Se trataba de los cimarrones, mujeres y hombres esclavizad­os que escapaban de sus amos, y que llegaban a un espacio libre, para organizars­e y ayudar a escapar a sus conocidos.

“Pero algunos de los esclavos que huían eran recapturad­os y para que no vuelvan a escapar les cortaban los pies o parte de las piernas. Pero reincidían y ante la mutilación, algunos usaban una especie de bastones con cuatro puntas que parecían molinillo. De ahí que la tunda tenga pierna de palo, molinillo o de animal como no los cuentan”, enfatiza el historiado­r y educador.

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