Diario Expreso

Es hora de mejorar el análisis de la precarieda­d laboral

A pesar de su omnipresen­cia, gran parte permanece oculta ❚ No se la comprende lo suficiente para acertar en las decisiones políticas

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Afinales del siglo XIX, al contemplar la creciente agitación social vinculada a la desoladora escasez de empleo en Inglaterra, el influyente periódico The Times expresó con inquietud que el desempleo constituía “el problema fundamenta­l de la sociedad moderna”.

En abril de 2022, la vicepresid­enta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social del Gobierno español estableció una comisión con el propósito de obtener un diagnóstic­o detallado de dos de los males sociales más preocupant­es de nuestra época: la precarieda­d laboral y los trastornos de salud mental. La culminació­n de esta iniciativa se materializ­ó en marzo de 2023 con la presentaci­ón del Informe PRESME, la primera investigac­ión auspiciada por un gobierno que relaciona de forma integral ambos aspectos.

El estudio aborda cuestiones fundamenta­les como la definición de la precarieda­d laboral, los métodos para su medición, su impacto en la salud mental, así como las estrategia­s para mitigar tanto la precarieda­d como sus efectos en la salud. Próximamen­te este informe será publicado en forma de libro.

Aunque comúnmente la precarieda­d laboral se ha asociado con los contratos temporales, la insegurida­d laboral o los bajos ingresos, un análisis científico minucioso y exhaustivo revela su naturaleza poliédrica y multidimen­sional. Estos factores van más allá de lo económico e incluyen aspectos psicosocia­les, como estar sujeto a ritmos laborales intensos y la imperiosa necesidad de estar permanente­mente disponible, así como condicione­s laborales inestables e inseguras que generan una elevada vulnerabil­idad y un latente temor al despido.

Aunque los incremento­s recientes del salario mínimo han beneficiad­o a más de dos millones de personas, aún persiste un contingent­e significat­ivo de trabajador­es y trabajador­as que apenas superan la franja de los mil euros al mes.

Sin embargo, la sombra de la precarieda­d laboral se extiende hoy no solo sobre el empleo asalariado, incluso aquel con un nivel elevado de estabilida­d, sino también sobre numerosas ocupacione­s no asalariada­s e informales.

A pesar de su omnipresen­cia, hoy gran parte de la precarieda­d laboral permanece oculta. No se la comprende lo suficiente­mente bien, no se la mide adecuadame­nte y, por lo tanto, no se logra evaluarla ni acertar en la toma de decisiones políticas.

Hay un intenso e imprescind­ible trabajo reproducti­vo (trabajo doméstico y de cuidados) que tantas mujeres llevan a cabo en el seno familiar, desprovist­as de salario y derechos laborales.

No es sorprenden­te que como ha apuntado Silvia Federici, “la cadena de montaje empieza en la cocina, en el lavabo, en nuestros propios cuerpos”, y que el trabajo y el cuerpo de las mujeres sean los “nuevos comunes”, los bienes esenciales que la comunidad necesita para subsistir. Actualment­e, los insuficien­tes datos disponible­s revelan que casi la mitad de la población activa en España, equivalent­e a once millones y medio de personas, muestra síntomas de estar sumida en la precarieda­d.

Distintos estudios científico­s, así como la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), resaltan que la precarieda­d laboral opera como un determinan­te que incrementa el riesgo de padecer múltiples enfermedad­es y fallecer prematuram­ente.

El Informe PRESME ha proporcion­ado evidencia científica que demuestra cómo la precarieda­d laboral actúa como un determinan­te perjudicia­l para la salud, un flagelo social que propicia el consumo de alcohol y drogas, así como un aumento en el riesgo de suicidio.

La economía de las plataforma­s digitales ilustra de manera reveladora esta inquietant­e realidad. Quienes trabajan en este sector se hallan bajo la amenaza constante de un mercado laboral altamente flexibiliz­ado, sometidos a menguados salarios, a una disciplina constante pero invisible y a la falta de control sobre su propio tiempo. Aunque gozan de libertad jurídica, se ven compelidos a internaliz­ar una situación laboral que subyuga y aliena.

La investigac­ión científica ha demostrado que el impacto en la salud mental es más de 2,5 veces más común entre aquellos que trabajan en condicione­s precarias, empeorando a medida que la precarieda­d laboral se intensific­a. Esta realidad afecta de manera más severa a mujeres, jóvenes, personas de clase trabajador­a, migrantes y colectivos frecuentem­ente olvidados, como los autónomos, las personas trans y las personas con diversidad funcional, así como a ciertas profesione­s como el periodismo y el trabajo cultural.

Del total de personas trabajador­as en España, se estima que, durante el año 2020, más de medio millón sufrieron depresión, de las cuales al menos un tercio podría haber evitado este padecimien­to si no hubiera estado sometido a empleos precarios. Estamos hablando de más de 170.000 individuos, cada uno con su propia trayectori­a vital, aspiracion­es y entorno familiar.

El trabajo no debe ser simplement­e un mero medio de superviven­cia ni un entorno nocivo que perjudique nuestra salud física y mental; debe ser una fuente de realizació­n personal y bienestar. Evitar la precarieda­d, proporcion­ar seguridad a todas las personas y preservar su salud debería constituir un imperativo ético para todos los gobiernos.

EL DETALLE

Meta. El objetivo de proporcion­ar seguridad a todas las personas y preservar su salud debería constituir un imperativo ético para todos los gobiernos.

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EL PAÍS Colaborado­r. Un repartidor de Glovo. Así como él, hay cientos que optan por este tipo de trabajo.

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