Ambiente y civilización (I)
Respondo a la columna de Roberto Passailaigue “Ambientalismo vs. civilización”, aunque mi título debería ser algo como Civilización vs. naturaleza”. Primero quiero dejar claro el significado de la palabra civilización, que según Google “proviene de las palabras en latín ‘civis’ (ciudadano) y ‘civitas’ (ciudad) y se refiere a una cultura “altamente desarrollada”. Otra acepción: “Conjunto de costumbres, saberes y artes propio de una sociedad humana”. Según Bartolomé de las Casas, uno de los poquísimos letrados españoles en la época colonial: “En el año de mil y quinientos y treinta y uno fue otro tirano grande con cierta gente a los reinos del Perú donde, entrando con el título e intención y con los principios que los otros todos pasados, creció en crueldades y matanzas y robos, sin fe ni verdad, destruyendo pueblos,…” y sigue con las abominables usanzas coloniales de la civilización española. En contraste veamos la elevada civilización punaense encontrada por los ‘visitantes’: “una isla, toda poblada de casas, que es sin duda la más grande, bella y fértil de las islas que han visto en los mares del sur” (Carrión, B.); “encontraron una unidad socio-política” (Volland). Al respecto hay mucho más sustento para dejar bien claro que debemos hablar de varias civilizaciones y no una sola: la civilización local, que al darse la invasión española se define como Fase Cultural Guancavilca; y la civilización de la monarquía española. La local con formas de vida de elevado nivel cultural; la española acompañada por aventureros y excarcelados o prófugos, con poquísimas excepciones.