Salvemos los árboles de calles y parques de Guayaquil
Ya nos han venido advirtiendo del ataque de la plaga cochinilla, que avanza sin control, devorando árboles por todas partes. En un artículo muy interesante que escribe la colega Mónica Cassanello, el 7 del presente mes en Diario Expreso, con el título “Troncos negros”, entre otras cosas nos dice: “¡Pobre Guayaquil! Si desde hace años ya tenía déficit de árboles, luego del paso de esta plaga habrá perdido la guerra contra el cemento, volviéndose más gris y más caliente, por falta de verdor y sombra”. Completamente de acuerdo, no hay planificación integral. Como primer paso debe hacerse un mapeo de toda la ciudad para identificar las zonas con menor y mayor presencia de la plaga. Es notorio; en los portales de las calles, parques, ciudadelas, entre otros, se puede observar robustos árboles con ramas negras, sin hojas, y que ya no cumplen sus funciones de dar sombra, y verdor, y sin protección para anidar a las aves. Asimismo, que se encuentran solo troncos y que los ciudadanos no asimilamos el problema y sus dimensiones. Solo nos damos cuenta cuando el problema no tiene remedio y el costo es grande frente al que implicaba prevenirlo en sus inicios. Las medidas se están tomando, a medias; sin embargo, ni el Municipio ni el ministerio del Medio Ambiente han declarado la emergencia. Hay peligro de que se extienda a los cerros y área protegidas. Según los especialistas, en la urbe hay 66.000 árboles, cuando debería haber unos 500.000. Estas cifras alarmantes adquieren mayor trascendencia si se considera el problema del calentamiento global, una realidad que ya es innegable. Por otra parte, hay que crear conciencia en niños, jóvenes y adultos acerca de que hay que reforestar todas las zonas donde hay vida humana. Que quede bien claro que los árboles deben ubicarse en las veredas y no únicamente en los parterres, con el objetivo de proveer de sombra al peatón y a contribuir a la disminución de la temperatura para tener mejor calidad de aire, es decir, tener la llamada generación verde, con tarea ciudadana y de autoridades insoslayable, vinculada a los derechos humanos Robespierre Rivas Ronquillo