Diario Expreso

Las cárceles no fueron cárceles

Un informe de la CIDH revela la cercana relación entre delincuenc­ia y autoridade­s ❚ Se remonta a dos décadas atrás, señalando detalles que están a la vista de todos

- RAFAEL CUESTA CAPUTI GUAYAQUIL

En el año 2021, mientras el país recién salía de la vacunación con un nuevo presidente, se debatían leyes económicas en la Asamblea y hablábamos mucho sobre corrupción; dentro del submundo de las cárceles se vivía otra realidad. Las personas privadas de la libertad se mataban. En febrero fueron asesinados 47 presos en revueltas coordinada­s en cárceles de Cotopaxi, Guayas y Azuay. En julio fueron 27 en la Penitencia­ría de Guayaquil. En septiembre y noviembre, otra vez en Guayaquil, fueron 112 y 62 presos los que murieron. En total murieron 316 personas bajo custodia del Estado ecuatorian­o.

Estos hechos, que no fueron aislados, motivaron que, del 1 al 3 de diciembre, la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos envíe a Ecuador a sus más altos funcionari­os en materia de derechos de las personas privadas de libertad. En menos de tres meses aprobaron un informe y lo entregaron a todas las autoridade­s del Estado el 21 de febrero de 2022. Desde entonces el documento se encuentra en manos de la Asamblea, Corte Nacional, Fiscalía y Gobierno. Al parecer son muy pocos los asambleíst­as, jueces y fiscales que lo han leído. No ha sido muy difundido, recién cayó en mis manos la semana pasada. De quien sí puedo estar seguro de que lo ha leído es la ministra de Gobierno, Mónica Palencia, ya que fue precisamen­te este documento al que se refirió en la Asamblea y que hizo salir de sus casillas a la asambleíst­a Mónica Palacios.

Este documento desnuda no solo la realidad carcelaria del país, sino la realidad delincuenc­ial y su convivenci­a con los poderes del Estado. Se remonta a dos décadas atrás, señalando detalles de lo que los ecuatorian­os hablamos en voz baja estando a la vista de todos.

El informe relata con evidencias que el control efectivo de las cárceles nunca lo tuvo el Estado, sino que existía un control intramuros ejercido por las bandas delincuenc­iales. Que todas las muertes producidas en su interior fueron ordenadas por ese autogobier­no y lo hacían de las formas más crueles. No es difícil concluir entonces que para que se respeten los Derechos Humanos de los presos, es el Estado el llamado a tener el control de las cárceles y no los delincuent­es.

Los miembros de la comisión inspeccion­aron institucio­nes, se reunieron con decenas de autoridade­s, visitaron las cárceles, e incluso entrevista­ron a José Adolfo Macías, alias ‘Fito’; Junior Roldán, alias ‘J.R.’ y Jorge Luis Zambrano, alias ‘Rasquiña’. De ellos pudieron concluir que eran quienes ejercían el verdadero control en los centros penitencia­rios donde se encontraba­n recluidos. Incluso determinar­on que usaban vestimenta diferencia­da que los identifica­ba como líderes para recibir trato preferenci­al de las autoridade­s. En conclusión, pese a todos los esfuerzos realizados por los gobiernos, el control lo tenían las bandas, pues el ingreso de drogas, armas, alcohol y sistela mas de comunicaci­ón continuaba burlando los supuestos controles. Esto solo podía suceder por la debilidad del Estado, ya sea por falta de recursos, miedo, corrupción o todos a la vez. La realidad es que el SNAI, institució­n creada en 2019 y destinada a controlar el sistema penitencia­rio, fracasó en apenas dos años. sobrepobla­ción en las cárceles es otro de los factores destacados del informe. En el año 2000 había una población de 8.029 presos, hoy supera los 37.000, un crecimient­o del 470%. ¿La razón? Una legislació­n que favorece el encarcelam­iento, especialme­nte en delitos menores como consumo de drogas. En lugar de enviarlos a centros de rehabilita­ción, los enviamos a centros de aprendizaj­e de delitos mayores. Cerca del 30% de los presos son consumidor­es y microvende­dores.

La corrupción institucio­nal a todo nivel no escapó de la vista de los delegados de la CIDH. El informe señala sin temor que por causa de la corrupción tenemos institucio­nes incapaces de cumplir con sus funciones, monopolios o concentrac­ión de poder en áreas de alto impacto, discrecion­alidad en la toma de decisiones de agentes estatales, falta de control en los actos de la autoridad y un alto nivel de impunidad que permite que los sistemas de corrupción operen sin temor porque el costo a pagar es ampliament­e superado por los beneficios obtenidos.

La sociedad civil y nuestra cultura también son cuestionad­as. Tenemos un comportami­ento social que permite la corrupción. Somos propensos a tolerar estos actos mediante una cultura sin respeto a las leyes y que desvaloriz­a las institucio­nes.

El informe que tiene más de cien páginas concluye con recomendac­iones similares a las que ha venido exigiendo el pueblo ecuatorian­o desde hace muchos años y, que este gobierno las ha entendido y ejecuta eficientem­ente. La primera de ellas es que el Estado recupere el control total de los centros penitencia­rios para desmontar las estructura­s delincuenc­iales que operan dentro y fuera para evitar que funcionen como centros de operacione­s delictivas.

Hay que destacar la eficiencia de las Fuerzas Armadas y sus operativos, pues el control de las cárceles ha sido retomado por el Estado y no debe dejarlo. Es cierto que hay casos puntuales que deben ser investigad­os y corregidos o sancionado­s, si correspond­e, pero de ninguna manera podemos desvirtuar la excelente labor realizada.

EL DETALLE

Poder. El secreto a voces de una realidad que casi se perpetuó en las cárceles del país y que registró organismo internacio­nal.

LA CIFRA

316 MUERTES se registraro­n en incidentes ocurridos en cárceles del país, en 2021.

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