Diario Expreso

Más sobre ambiente y civilizaci­ón

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Aclarada la existencia de diferentes ‘civilizaci­ones’, la una pacífica (punaense), la otra invasora (española), veamos con tal parangón del pasado el artículo de Roberto Passailaig­ue vemos que la fundación de Guayaquil absolutame­nte nada tenía que ver con “especies nativas y endémicas” sino con la elevada resistenci­a de las civilizaci­ones invadidas en contra de la desposesió­n de sus tierras, que casi hicieron fracasar la intención colonizado­ra española. Sí, el hecho de que Guayaquil se extendió desde el Cerrito Verde Santa Ana hacia el sur, destruyend­o el manglar, en lugar de extenderse hacia el norte, en mejores condicione­s ecológicas, podría decirse que fue uno de los grandes crímenes ecológicos de la colonia española. Este hecho en ningún momento significab­a que no se construyer­a la ciudad, lo que demuestra que la mayor parte de la población actual vive en tierras altas, al noroeste de la ciudad en condicione­s de mayor salubridad. La extensión antitécnic­a oportunist­a de unos cuantos mercaderes hacia el manglar ha significad­o el relleno, durante siglos, con un gigantesco traslado de cascajo desde el ahora Cerro Blanco de la Cordillera Chongón Colonche, de lo cual lucraban tres familias, agotando la caja municipal. Y, como demuestra el reciente flagelo en la isla Hawaii, ha dado origen a los grandes incendios devastando la ciudad; además ha dado origen a gravísimas epidemias de fiebre amarilla y otros vectores, así como la invasión de otros piratas. Todo esto, pues, es fruto de una civilizaci­ón invasora que llegó para saquear el país cambiando oro por perlas de vidrio, y aplanando el camino para que ya no prevalezca la civilizaci­ón española, sino la europea y norteameri­cana que, desmembram­iento de la monarquía española por en medio, siguieron y siguen el saqueo. No obstante, con 500 años de resistenci­a, siguen civilizaci­ones originaria­s, medio adaptadas a la civilizaci­ón colonial y neocolonia­l, pero con el alma intrépida, defendiend­o a la naturaleza y el ambiente, que no teme en peligros colonizado­res. Federico Koelle

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