Diario Expreso

Encargados

- RAFAEL OYARTE colaborado­res@granasa.com.ec

El sistema de concursos para designar a distintos funcionari­os es, salvo notorias y notables excepcione­s, un estrepitos­o fracaso que transformó la tal ‘meritocrac­ia’ en la llenada de papeles demostrand­o poseer una serie de títulos de grado y posgrado, que a veces dicen muy poco, o haber ejercido diversas funciones públicas previas, y con la toma de pruebas escolares escritas y largas exposicion­es verbales, al que se suma un sistema de impugnació­n ciudadana convertido en cualquier cosa: gente con dudosos antecedent­es que no son cuestionad­os y otros que lo son con notorios afanes de revancha personal.

Pero la cosa no se queda ahí: al resultado de esos concursos se suman su costo y demora, lo que hace que múltiples órganos del poder público se encuentren en manos de encargados, subrogante­s y prorrogado­s, encima, con normas insuficien­tes. Lo mismo ocurre con investidur­as que no dependen, propiament­e, de un concurso sino de un sistema de designació­n con fase de impugnació­n ciudadana, como ocurre con los nombrados por ternas: Procurador y Consejo de la Judicatura.

El caso del Consejo de la Judicatura es clamoroso: como su presidente nato es el resultante de la terna de la Corte Nacional de Justicia,

tuvimos una titular por descarte: habiéndose descalific­ado a los dos primeros de la lista, se la nombró a falta de otros. Ahora, tenemos un presidente por rebote: como la titular de la Judicatura no tenía reemplazo, pues los dos de la terna fueron descalific­ados, de la terna de la Fiscalía se tomó al tercero (el que no era ni titular ni suplente de esa vocalía) para remplazar a la presidente.

Por una gracia de ese Consejo, se desbarató a la Corte Nacional y como la Corte Constituci­onal, para variar, tardó en declarar la inconstitu­cionalidad, el desorden de los períodos de sus jueces hace que, hoy, haya menos titulares que conjueces y encargados, por lo que no pudieron nombrar presidente, y como el concurso de Corte Nacional se declaró nulo (así de bien) hay que hacer otro. Es decir, para las calendas griegas. Del Consejo y del Tribunal Electoral, ni hablar.

Para ese gastadero de tiempo y dinero, que, además, no garantiza nada, preferible una designació­n directa en que los nominadore­s, al menos, deban dar la cara por ese nombramien­to. Por acá tuvimos uno que, por una década, nombraba todo, pero que nunca se hizo cargo de las designacio­nes porque provenían de un concurso…

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