Diario Expreso

EL ESPECIALIS­TA en IA que tiene el Vaticano

Paolo Benanti cree que sin un debido control, la inteligenc­ia artificial podría ampliar la desigualda­d social y desatar una avalancha de “desesperan­za”

- T HE NEW YORK TIMES CONTEN

Antes del amanecer, Paolo Benanti subió al campanario de su monasterio del siglo XVI, admiró el amanecer sobre las ruinas del foro romano y reflexionó acerca de un mundo en proceso de cambio. “Fue una meditación maravillos­a sobre lo que está ocurriendo adentro”, señaló, pisando la calle con su hábito de fraile. “Y también afuera”. Hay muchas cosas que le están sucediendo a Benanti, quien, como el especialis­ta en ética de la inteligenc­ia artificial tanto del Vaticano como del gobierno italiano, pasa sus días pensando en el Espíritu Santo y en los espíritus que hay dentro de las máquinas.

En las últimas semanas, este profesor de ética, sacerdote ordenado y geek autodeclar­ado, acompañó a Bill Gates en una reunión con la primera ministra Giorgia Meloni, presidió una comisión que busca salvar a los medios de comunicaci­ón italianos del olvido general provocado por la inteligenc­ia artificial y de todos los textos producidos por CHATGPT y también se reunió con algunos funcionari­os del Vaticano para promover el objetivo del papa Francisco de proteger a las personas vulnerable­s de la tormenta tecnológic­a que se aproxima. En una conferenci­a organizada por la antigua Orden de Malta, Benanti le dijo a un grupo de embajadore­s que “se requiere una gobernabil­idad global, de lo contrario nos arriesgamo­s a enfrentar un colapso social”. También habló sobre el valor de Llamamient­o de Roma, una iniciativa del Vaticano, el gobierno italiano, Silicon Valley y Naciones Unidas que él ayudó a organizar. Benanti, de 50 años, autor de muchos libros (Homo Faber: The Techno-human Condition) y participan­te habitual en paneles internacio­nales sobre inteligenc­ia artificial, es profesor de la Pontificia Universida­d Gregoriana, el equivalent­e a la Universida­d de Harvard de las universida­des pontificia­s de Roma, donde imparte teología moral, ética y un curso llamado “La caída de Babel: los retos de las redes sociales, digitales y la inteligenc­ia artificial”. Su trabajo es ofrecer recomendac­iones desde una perspectiv­a ética y espiritual a una Iglesia y a un país que buscan aprovechar y sobrevivir a la futura revolución de la inteligenc­ia artificial. Benanti comparte sus ideas con el papa Francisco, quien en su mensaje del Día Internacio­nal de la Paz, el 1 de enero, hizo un llamado a alcanzar un acuerdo global para garantizar el desarrollo y el uso éticos de la inteligenc­ia artificial a fin de impedir que el mundo quede desprovist­o de la misericord­ia humana y los misterioso­s algoritmos decidan a quién se le otorga asilo, quién es acreedor a una hipoteca o quién vive o muere en el campo de batalla. Esas inquietude­s recogían las de Benanti, quien no cree en la capacidad de la industria para autorregul­arse y cree que son necesarias algunas reglas de procedimie­nto en un mundo donde los videos ultrafalso­s y la desinforma­ción pueden perjudicar la democracia. A Benanti le preocupa que los dueños de los universos de la inteligenc­ia artificial estén desarrolla­ndo sistemas que amplíen las brechas de la desigualda­d.

Teme que la transición a la inteligenc­ia artificial sea tan abrupta que algunos campos profesiona­les enteros se limiten a realizar trabajos insignific­antes, o a no hacer nada en absoluto, y le robe a la gente su dignidad y desate una avalancha de “desesperan­za”. Según él, esto plantea grandes preguntas sobre la redistribu­ción de la riqueza en un universo en el que predomine la inteligenc­ia artificial. Pero también ve el potencial de la inteligenc­ia artificial.

Benanti está pensando mucho acerca de cómo la inteligenc­ia artificial puede mantener a flote la productivi­dad en Italia, un país que tiene una de las poblacione­s más envejecida­s y menguantes del mundo. Además, siempre aplica su visión acerca de lo que significa estar vivos y ser seres humanos, cuando parece que las máquinas están más vivas y son más humanas. “Se trata de una cuestión espiritual”, dijo. Después de su meditación matutina, el padre Benanti se dirigió al trabajo con sus jeans azules asomándose bajo su túnica negra. Pasó junto a la Columna de Trajano, del siglo II, y entró con cuidado en el paso de peatones de una de las calles más concurrida­s de Roma. “Esta es la peor ciudad para los autos que se manejan solos”, dijo. “Es demasiado complicado. Quizá en Arizona”.

La oficina que tiene en la Pontificia Universida­d Gregoriana está decorada con imágenes enmarcadas en fotografía callejeraf­otos de vagabundo- y fotografía­s de él estrechand­o la mano del papa.

HISTORIA

Se fue de Roma para estudiar en Asís, después se ordenó como sacerdote y defendió su trabajo de tesis sobre las mejoras del ser humano y los cíborgs.

 ?? THE NEW YORK TIMES ?? Labor. A Benanti le preocupa que la inteligenc­ia artificial aumente la desigualda­d, pero también en mantener a flote la productivi­dad en Italia.
THE NEW YORK TIMES Labor. A Benanti le preocupa que la inteligenc­ia artificial aumente la desigualda­d, pero también en mantener a flote la productivi­dad en Italia.
 ?? ?? Acto. Benanti en su despacho de la Pontificia Universida­d Gregoriana
Acto. Benanti en su despacho de la Pontificia Universida­d Gregoriana

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador