LONDRES repasa la vida en el Ejército romano Una exposición exhibe el único escudo rectangular que se conserva y una coraza de la masacre de Varo, entre otros objetos excepcionales
Alístate en las legiones, dicen; que verás mundo, dicen. No es raro enfilar la entrada entre columnas del British Museum repitiéndote las frases de Astérix legionario y marcando el paso, aferrando el paraguas como un pilum y buscándote el gladio, la espada. Se llega a la exposición Legion, life in the Roman army (Legión, vida en el ejército romano), inaugurada este mes en Londres (Londinum) y que puede visitarse hasta el 23 de junio (non deesset eam!, ¡no se la pierdan!), con altas expectativas. Nervio y ansia.
Las legiones en el British, ¡guau!, es como tener una cita con Máximo Décimo Meridio, el general de Gladiator, y con sus tropas en los bosques de Germania. Así que tras enseñar el tique (ha habido que hacer prerreserva, la exposición está petada) y musitar para ti mismo el santo y seña de las legiones del Norte (“fuerza y honor”), accedes en las galerías Sainsbury del museo al proceloso y excitante mundo de los soldados romanos, ¡ave!.
La exhibición, que consta de más de 200 objetos arqueológicos (procedentes de museos y colecciones privadas), algunos simplemente únicos y sensacionales, y va acompañada de un voluminoso catálogo a cargo de su propio comisario, Richard Abdy, conservador del British Museum, propone un extenso y emocionante recorrido por la experiencia del servicio en filas en las fuerzas de la Antigua Roma y la evolución de su impresionante maquinaria bélica, con la que sometió al mundo.
Todo el rato te acompañan el inquietante sonido grabado de cientos de sandalias claveteadas marchando y la alta sombra de las águilas, los principales y venerados estandartes de las legiones. En las salas se despliegan junto a los objetos arqueológicos dibujos, gráficos y elementos escenográficos para aumentar la comprensión y dar ambiente.
La exposición, que aprobaría Vegecio, se redondea con áreas de actividades (que hacen la delicia de los niños y de no pocos adultos) en las que puedes probarte un casco romano, alzar un escudo y hasta experimentar el olor de un fuego de campamento o del sudor tras un día de marcha. Y ver el contenido de una letrina (!). También puedes medirte para ver si te hubieran admitido en las legiones: a partir de 1,72 estabas dentro. La edad máxima eran 35 años. Otro requisito era tener al menos un testículo.
Entre lo más espectacular que se exhibe, un par de blancos de tiro (uno de madera con forma humana que muestra la marca de las espadas, y otro un cráneo de buey perforado por proyectiles), una sandalia (cáliga) y una bota (calceus) militares (¡y un calcetín!, que se llevaba con las sandalias), un gran cornu (trompa de órdenes), un estandarte de dragón (draco) que cargaba, claro, el draconarius, y las extravagantes máscaras de parada de caballería; y algunas preciosas espadas con sus vainas.
Absolutamente extraordinarios son la coraza segmentada casi completa hallada nada menos que en el campo de batalla del desastre de las legiones de Varo (Kalkriese) y que testimonia la mayor derrota del ejército romano -tres legiones, la XVII, la XVIII y la XIX, 20.000 soldados, completamente aniquiladas en una gran emboscada de los germanos que incluyó luego salvajes sacrificios humanos (alístate, dicen)-, y un scutum, el icónico escudo rectangular de los legionarios, procedente de Dura Europos (Siria) y que es el único de su clase que se conserva (un dibujo mural muestra una sección de legionarios haciendo la famosa tortuga con sus escudos).
También se pueden admirar, en una maravillosa galería de armas, un trozo de armadura con escamas de dos tipos distintos (lo que prueba una reparación), procedente del Muro de Adriano; cascos de distintos tipos que muestran la evolución hacia una mayor protección, algunos con grafitos con los nombres de sus propietarios (en uno figuran cuatro, lo que sugiere hasta cien años de uso, que ya es reciclaje), y uno (el yelmo Meyrick) con insólitas decoraciones celtas, testimonio de su empleo por alguna unidad de auxiliares de uno de esos pueblos. A destacar asimismo la coraza de escamas de un caballo de jinete acorazado (clibanarios o catafractos) y la confeccionada con piel de cocodrilo, que es uno de los más curiosos artefactos que exhibe habitualmente en sus salas romanas el British Museum.
LA DISCIPLINA La muestra explica cómo se enrolaba, el adiestramiento (durísimo), las técnicas de combate y el conocimiento de la disciplina militar alimentaba la audacia para combatir.