Diario Expreso

Corrupción, impuestos e interés propio

- SOPHIA FORNERIS colaborado­res@granasa.com.ec

La República romana duró casi 500 años. Este sistema de gobierno permitió a la gente elegir sus funcionari­os políticos. Muchas de las democracia­s actuales tienen sus bases orientadas a esa estructura romana. Esta República tenía una constituci­ón, leyes, funcionari­os electos y un órgano de gobierno formado por senadores. Su continua expansión a lo largo de su historia resultó en una afluencia de dinero e ingresos. La corrupción y el soborno aumentaron en el gobierno a medida que los funcionari­os buscaban ganar poder y acceso a este dinero. Los ricos compraban votos y daban favores a sus amigos, similar a lo que pasa hoy en nuestro país. El soborno y la corrupción abundaban, y llevaron a los ciudadanos a desconfiar del Senado.

Cuando las conquistas de Roma disminuyer­on, también lo hicieron sus fuentes de ingresos, lo que resultó en una pérdida de apoyo para el pueblo de Roma y creó enorme tensión en la economía. Para remediar los problemas económicos los funcionari­os comenzaron a cobrar impuestos más altos a sus ciudadanos, aumentando el descontent­o. Hasta el sector militar se vio afectado, evidencian­do bajas significat­ivas a su presupuest­o, lo cual afectó el desempeño de sus soldados y hasta el abandono de funciones. Sin fuerza policial y militar, el crimen quedó fuera de control y la gente temía por su seguridad. Los ricos contrataro­n sus propios ejércitos privados para protegerse. Muchos de estos mataron gente y robaron tierras de ciudadanos que no tenían el músculo económico para contratar su propia seguridad. ¿Qué sucedió después de esto? Sobrevino la decadencia de la República romana. ¿Qué quiero decir con esto? Quiero que se den cuenta de que aprender la historia de imperios pasados nos puede enseñar qué puede pasar cuando una república empieza a desconfiar de sus funcionari­os políticos. Abogar por los derechos de todos es su deber, por eso se supone que son elegidos.

En la actualidad muchos funcionari­os políticos ecuatorian­os al ser electos se olvidan totalmente de las necesidade­s de sus ciudadanos para solo velar por sus intereses propios. Esperemos que en las próximas elecciones sepamos distinguir entre oportunist­as y verdaderos líderes.

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