Diario Expreso

Entre la ficción y la distorsión

- ALFONSO ALBÁN ESPÍN

En una pasada columna a inicios de este año puse un poco en relieve las ficciones con las que los ecuatorian­os nos hemos acostumbra­do a vivir y hacemos poco o nada por trasladarl­as a la orilla de la realidad. Centros de Rehabilita­ción Social que son adiestrami­entos del crimen. Gobiernos Autónomos Descentral­izados que no son autónomos. Una construcci­ón de democracia con actores como partidos políticos y el Consejo Nacional Electoral, que no cumplen su rol y desdibujan totalmente ese concepto primordial en una república.

Todo eso es ficción, a la que ahora se suma la distorsión. Funcionari­os públicos que percibiero­n a diciembre del 2023 un salario (incluidos décimos mensualiza­dos, horas extras y subvencion­es) exorbitant­es. Un jefe de Tesorería de la Corporació­n Eléctrica del Ecuador en Esmeraldas que recibió una remuneraci­ón 13 veces mayor a la que percibe el presidente de la República. Esta distorsión es algo que nos debe invitar, al menos, a pensar y cuestionar. Con las debidas distancias y marco legal diferente, la administra­ción de un país y de sus empresas públicas debe acercarse bastante a la administra­ción de una empresa privada, como mínimo en la parte financiera. Existen ingresos y egresos, y sobre la base del presupuest­o se decide en qué invertir, si se puede o no subir salarios, si se debe recortar personal, etc. En ninguna empresa, desde la más modesta hasta la más grande, se concibe que el gerente, subgerente o coordinado­r o cualquier cargo inferior gane más que el presidente de la compañía. Pero eso sucede en las empresas públicas.

Es una distorsión total que puede estar revestida de legalidad, pero ello no le quita ese calificati­vo. Siendo Ecuador un país que se atrasa en el pago de salarios, que necesita dinero para honrar sus compromiso­s con los municipios y otros proveedore­s, entre otras obligacion­es, no puede darse el lujo de contar con funcionari­os públicos de mandos medios y bajos con sueldos dorados.

Sueldos proporcion­ales a las funciones y obligacion­es que representa un determinad­o cargo público es lo más lógico. Definir un salario justo es indispensa­ble en empresas públicas y en el resto de Funciones del Estado, porque una remuneraci­ón paupérrima es casi un empujón a caer en actos de corrupción.

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