Sexo, publicidad y corrección política
Una marca de los 70 y 80 que se mantiene vigente en la actualidad es Calvin Klein, originalmente una marca de diseño de alta gama, que se extendió a diversas categorías. Hoy su ropa interior de hombres y de mujeres sigue siendo altamente valorada y se construyó con publicidad que pisa la fina raya que delimita el buen gusto de la vulgaridad.
La empresa vende alrededor de 3,7 billones de dólares al año y se estima que el 50 % proviene de su línea de ropa interior.
Su publicidad ha sido históricamente transgresora de manera intencional. Poco ha considerado las críticas de sectores feministas y conservadores a sus notorias campañas de famosos en ropa interior; ha usado rostros y cuerpos altamente reconocidos y ha hecho que otros despeguen en sus carreras en modelaje o actuación.
Recientemente, la marca generó una nueva controversia al lanzar dos nuevas campañas: una de calzoncillos con el actor Jeremy Allen White, en la que vemos una serie de fotos y un video rodado en una azotea en Nueva York. Sin ningún mensaje aparente, el actor se desviste hasta quedarse en boxers, hace ejercicios y termina recostado en un sofá.
A las pocas horas de estrenado logró millones de vistas y comentarios, la viralización de la pieza saturó las redes y los únicos comentarios negativos fueron de la comunidad publicitaria, que criticó la pieza por su falta de creatividad y contenido. ¡Qué desconectados estamos a veces los comunicadores de lo que le interesa y agrada al público!
La otra campaña fue de marca, no de un producto en particular, y consistió en una fotografía que se usó en la vía pública y redes sociales, de la compositora y cantante británica FKA Twigs quitándose una camisa, que sugiere mucho más de lo que muestra. El texto que acompaña la imagen dice: “Calvin o nada”. Un guiño creativo a su afiche con Brooke Shields en los 80, que decía “No hay nada entre mis Calvins y yo”.
Lo cierto es que la pieza en cuestión fue censurada por la autoridad inglesa por mostrar a la modelo como el estereotipo del objeto sexual. Luego cambió de opinión e indicó que el anuncio no era ofensivo, pero que era extremadamente sexual y que la censura se mantenía para que los menores de 16 años no la vean.
¿Hipocresía, corrección política o desconexión con la realidad? Escoja su respuesta favorita, pero la situación no deja de ser un disparate considerando la cantidad y calidad de imágenes que vemos a diario en medios tradicionales y digitales.
En esta era en la que hay que cuidarse de no disgustar a nadie, llevando la situación al otro extremo podría incluso acusarse a la autoridad, considerando este como un caso de discriminación; se protege a la mujer y se pide que no se la cosifique sexualmente, pero con los hombres no hay límite alguno.
En nuestro medio son notorias la corrección política, la mojigatería y la ausencia de ideas disruptivas en la publicidad masiva.
¿Puede nombrar una pieza de publicidad que realmente lo haya sorprendido y le haya llamado la atención sobre una marca últimamente? No estamos diciendo que falta sensualidad en la publicidad ecuatoriana; esta es solo uno de los recursos que se pueden usar para llamar la atención e involucrar a la audiencia en una historia para conectarla con una marca.
Analicen la publicidad de los grandes anunciantes del país. Todos son correctos, muestran diversas etnias, edades, sexos, ocupaciones y regiones, todos invocando la inclusión. No importa si son empresas telefónicas, de cervezas, bancos o de champú. Da la impresión de que eso es más importante que el impacto y la recordación.
Si no fuera por la incorrección política en las redes sociales de un par de moteles y una funeraria, nadie sonreiría al ver publicidad ecuatoriana fresca y divertida.