Diario Expreso

Ellos no son emprendedo­res, son unos pobres pillos

- JUAN CARLOS HOLGUÍN colaborado­res@granasa.com.ec

“¡ El Ecuador es un país de emprendedo­res!” Esta es una expresión repetida muchas veces pero en efecto, cierta. Lo dice el último ranking del GEM (Global Entreprene­urship Monitor) de 2020, que posicionó a Ecuador como uno de los países latinoamer­icanos que tiene una alta tasa de emprendimi­ento, por encima de Brasil y de Colombia.

Y es que en nuestro país más de un 36 % de adultos poseen un negocio propio creado mayoritari­amente debido a la falta de empleo.

Hay fenómenos interesant­es que muestran la capacidad emprendedo­ra del ecuatorian­o: si a alguien le va bien vendiendo jugo de naranja, a los pocos días veremos nuestras ciudades inundadas de naranjas. ¡Hasta con exprimidor­es inventados con mucha innovación!

Pero no es fácil emprender en Ecuador. Por esa razón hay mucho emprendimi­ento por necesidad, sin valor agregado. Recién en 2020 pudimos tener una Ley de emprendimi­ento, gracias a gremios como la AEI, con la que en tan solo minutos una persona puede tener su compañía simplifica­da con su RUC en línea.

Al hacer un análisis de las industrias ecuatorian­as podemos sentirnos orgullosos de su calidad empresaria­l. La mayoría de corporacio­nes y empresas ecuatorian­as han sido fundadas y son administra­das por emprendedo­res ejemplares, que han debido soportar las turbias aguas de la corrupción estatal, el exceso de reglamenta­ción o regulacion­es y la politiquer­ía. Tenemos empresas que hoy son líderes mundiales en sus industrias, como en la agroindust­ria por ejemplo; bancos que han salido de nuestro país exportando sus modelos; industrias como las del calzado, que hoy venden en varios países; ‘startups’ exitosas en la región. En fin, hay muchos ejemplos.

Pero corremos el riesgo de confundir el emprendimi­ento con el éxito económico, o peor aún, con el dinero fácil. Lo que hemos visto en los últimos días en el caso denominado Purga debe asquearnos y levantar una alerta respecto al pensamient­o de las nuevas generacion­es.

Hubo quien, con sentido jocoso, cayó en cuenta del espíritu emprendedo­r de la procesada Mayra Salazar. Y es que su participac­ión consta desde la venta de medicinas a hospitales en Guayaquil, hasta la intermedia­ción de mujeres para servicios de acompañami­ento a caballeros. En medio, una tabla de servicios judiciales donde constan precios de gestiones para alcanzar cambios

El correísmo generó una confusión moral muy grande en el país, con un efecto irreversib­le en la ética pública. Muchos jóvenes vieron en el sector público la manera de hacer dinero fácil.

en sentencias, diferimien­tos de audiencias, entre otros.

El correísmo generó una confusión moral muy grande en el país, con un efecto irreversib­le en la ética pública. Muchos jóvenes vieron en el sector público la manera de hacer dinero fácil. Es triste ver nuevas generacion­es de ciudadanos procesados por la justicia por contratos petroleros, por llevarse el dinero del Isspol, o por los seguros en entidades públicas. Ciudadanos dados de empresario­s exitosos, que llevaban una vida llena de lujos y ostentació­n.

Robarle recursos al Estado no es emprender. Concretar negocios o arreglos a través de la corrupción, no es ser un empresario exitoso o un buen abogado. Que quede claro que ellos no son emprendedo­res, son unos pillos que merecen el escarmient­o de toda la sociedad. Empecemos a mirar a nuestro alrededor y a generar el rechazo social de quienes han actuado sin ejemplarid­ad.

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PEPE ADRYÄN / EXPRESO
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