Diario Expreso

Con sed junto a la fuente

- BERNARDO TOBAR CARRIÓN colaborado­res@granasa.com.ec

Desde hace tiempo he sostenido que la sociedad se organizarí­a mejor sin autoridad política. El Ecuador producirá en 2024, según estimacion­es oficiales, un promedio de 481 mil (m) barriles de petróleo diarios (bpd), cuando en 2006, antes de la nacionaliz­ación del sector a pretexto de soberanía energética, alcanzó 543m bpd. En suma, la gestión estatal monopólica que se inició hace 18 años no solo no ha sido capaz de aumentar la producción sostenidam­ente, sino que la ha conducido a un decrecimie­nto estructura­l por causas exclusivam­ente políticas. Y cuando hablo de fuente no me refiero al pozo de oro negro, sino a la libertad, confianza y oportunida­des que la mano pública destroza.

Otro tanto puede decirse del seguro social, una suerte de esquema Ponzi que, a guisa de solidarida­d, se lleva más del 20 % de la potencial remuneraci­ón de un trabajador para alimentar un sistema quebrado por diseño. Y lo dicho del petróleo y la seguridad social se repite en la educación, la salud, la energía, la seguridad o la justicia, razón de ser del Estado.

El problema se agudiza con independen­cia de las buenas intencione­s o signo político de las administra­ciones de turno. La autoridad de cualquier rango cree, ¡vaya arrogancia! -por eso se postula, si tiene buenas intencione­s-, que su visión y el plan de unos pocos debe prevalecer sobre las decisiones libres de millones de personas, y emplea su poder trazando caminos y límites, lo que resulta en más regulacion­es y competenci­as que se expanden en un círculo vicioso sin fin. No hay jurisdicci­ón bajo el sol que no amanezca con más restriccio­nes que la víspera a expensas de la libertad, ante la indolencia del ciudadano medio que vive preso, como en la alegoría de la caverna de Platón, de una ilusión proyectada desde las sombras, la ilusión de un gran rector público sin cuya dirección se desataría el caos y la destrucció­n mutua. Frente a este lavado cerebral orquestado por la izquierda, dueña de los púlpitos seculares, hay que recordar las pruebas de que las sociedades no progresan gracias a la autoridad, sino a pesar de ésta.

El Estado ha tenido una vigencia marginal desde que inició la revolución cognitiva hace 70.000 años, y su hijo cómodo y perverso, el estado de bienestar, algo más de un siglo, apenas. Navegar el futuro en este vehículo político es como echarse al agua con una camisa de fuerza y una piedra pesada atada al tobillo.

Frente a este lavado cerebral orquestado por la izquierda, dueña de los púlpitos seculares, hay que recordar las pruebas de que las sociedades no progresan gracias a la autoridad, sino a pesar de ésta.

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