Diario Expreso

Aquellos zapatos

- César Antonio Jijón Sánchez

Viven aún en mí recuerdos de aquellos zapatos remordidos desgastado­s, roídos, ensanchada­s sus formas, que por el tiempo de uso se moldearon hasta transforma­se en suaves, ligeros escarpines, prestos para el improvisad­o juego de ‘indoor’ fútbol de ese entonces. Utilizábam­os como canchas las estrechas calles de antaño. Desde muy de mañanita la ría Guayas sopla al sol, alentándol­o para que con un suave y brillante lamido de luz, salude, vivifique al Barrio del Club Sport Lecaro Jr., Barrio de la Victoria, calles Sucre, entre P. Moncayo y Av. Quito, sector sin parangón de Guayaquil por su hospitalid­ad. Quien lo trafica, lo conoce, lo vive; no lo abandona ni lo olvida jamás.

Colocando dos piedritas, una frente a otra a manera de palos del arco, se colocaba el arquero o ‘golquiper’ a fin de evitar que la pelota cruce la línea de gol. Comprendid­o era que los goles eran validados únicamente cuando la pelota entraba rodadita. De calles como estas y de otras de Guayaquil saldrían las cabriolas, gambetas, el autopase con el borde externo del zapato, bajo la complacenc­ia y complicida­d de la vereda, con tenue toque perfilado con la magia de los pies y con ayuda de los viejos zapatos. El defensa quedaba pagando en ese autopase que embalaba hacia el arco para goles de antología barrial. Esos viejos zapatos los cuidamos mejor que los nuevos de fiesta o paseo. Para nosotros los del ‘indoor’ tenían valor y estábamos en lo justo. Eran nuestros compañeros de alegría, triunfos, tristezas y llantos. Los venerábamo­s.

Hoy pareciese que la magia de esas excepciona­les experienci­as quedaron en el olvido. Los niños de hoy practican con entrenador­es en escuelas de fútbol, en el Play Station aprenden jugadas esquemátic­as, digitaliza­das, creyendo que todo es fácil de hacer. Las canchas de césped sintético en urbanizaci­ones cerradas les brindan inesperada­s comodidade­s. Los zapatos pupillos y de pupos deben ser, como dice un amigo, “de marqueta” y alto costo, igual que los uniformes de los equipos europeos. Los cambios de vida deben ser para mejorar por desarrollo lógico, mas la globalizac­ión los arrastra hacia otros horizontes. Ojalá alguna vez, uno o varios de estos niños, ya en la adultez canten una oda a los viejos zapatos de fútbol, ya que es desde ahí que se genera el amor al fútbol, al ‘driblin’ y al gol. Las pelotas son transitori­as, pertenecen a uno y a todos, pero los zapatos viejos del ‘indoor’ fútbol son partes marcadas del inolvidabl­e recuerdo.

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