Diario Expreso

Cuando la agroecolog­ía restaura una comunidad

La Lucha de Los Pobres, barrio quiteño resiliente a las crisis ❚ La academia local y extranjera estudia prácticas alimentari­as

- JONATHAN PALMA palmaj@granasa.com.ec

Cuando se le pregunta a Guadalupe Coascota a qué se dedica, la primera actividad que enlista, entre risas, es la agricultur­a, luego cita al baile. A sus 64 años se siente con mucha energía. Ella irradia felicidad. Su entusiasmo emerge de la tierra, como el brote verde de las semillas de maíz, fréjol y habas que coloca en el huerto que tiene a cargo desde hace un año.

“Cambió mucho mi vida, ahora soy más organizada, porque las plantas no esperan. Hay que cuidarlas. Me encanta”, dice Guadalupe, quien incluye a sus plantas en las oraciones, para que haya buen tiempo y no caigan las granizadas.

Más allá de una responsabi­lidad, el cuidado del huerto le ha cambiado para bien la perspectiv­a de vida a la mujer, al igual que a decenas de vecinos del barrio La Lucha de los Pobres, pese a que este lugar de Quito arrastre necesidade­s desde hace décadas, que contrastan con la opulencia de otras zonas.

El barrio que se originó en los años 80 como una invasión, en su mayoría, de foráneos de la capital es una de esas ciudades que presentan marcadas desigualda­des, como lo reseña la organizaci­ón Quito Cómo Vamos. El ente detalla en un informe de 2022 que el 56,1 % de la población (2,8 millones al 2021) es vulnerable por su nivel de ingreso; o, que el 19 % se encuentra en situación de pobreza: menos de $ 2,8 al día.

Eso condiciona el desarrollo en varios ámbitos de la vida para esos sectores, como la alimentaci­ón y, por ende, la salud, que se siente con mayor fuerza en momentos de crisis sociales o climáticas, según expertas.

“En Quito hay zonas donde hay excedentes, donde hay muchísimo alimento, donde la gente está bien de salud. Y también hay zonas donde hay desiertos alimentari­os, es decir, hay tiendas de barrio o lugares donde comprar comida, pero casi toda la comida que hay en esas zonas no es fresca ni saludable porque es procesada o ultraproce­sada, azúcar, sal y grasas saturadas”, señala Myriam Paredes, doctora en Sociología Rural, de la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso).

Ella es parte del proyecto Fortalecim­iento de la resilienci­a de los sistemas alimentari­os alternativ­os (SAA), mediante iniciativa­s locales en entornos informales de América Latina y el Caribe.

Es un proyecto que tiene capítulos en varios países, como Cuba, Colombia y Chile, liderado por un grupo de universida­des de la región y de la Universida­d de Montreal, con fondos del Centro Internacio­nal de Investigac­iones para el Desarrollo (IDRC, por sus siglas en inglés) de Canadá, para entender, entre otras cosas, las formas de aprovision­amiento y el tipo de alimentaci­ón de comunidade­s en zonas deprimidas.

Justamente, en esas zonas hay mayor riesgo, advierte la especialis­ta, porque si bien a corto plazo se sacia el hambre, a largo plazo se desarrolla­n condicione­s poco saludables, como la obesidad y el sobrepeso que abren el camino a enfermedad­es como el cáncer o la diabetes.

La crisis económica, el desconocim­iento de alternativ­as, la falta de apoyo para fortalecer prácticas ancestrale­s alimentari­as y el avance de la industria de alimentos procesados con

publicidad permanente han incidido en que el modelo tradiciona­l de consumo se imponga en la mayoría de las comunidade­s, concluye la experta.

Su compañera, Sara Latorre, doctora en Ciencias Ambientale­s, quien también dirige el proyecto, explica que en la primera fase se hizo un diagnóstic­o de la comunidad de estudio, diez manzanas del barrio, la mayoría organizada con directiva.

“Entendimos cómo estaban configurad­as, la dinámica e iniciativa­s que ya existían. Después de presentarn­os y socializar, se empezaron a generar los microproye­ctos para apoyar algo que estaba en marcha o algo que los moradores aún no lo habían puesto en marcha”, detalla.

El equipo de académicos implementó un microproye­cto para formar a promotoras de alimentaci­ón saludable, por lo que se hicieron alianzas con chefs para rescatar la identidad alimentari­a de los habitantes con base en alimentos saludables y elaborar un recetario; un segundo microproye­cto tuvo que ver con la recuperaci­ón de una quebrada para que sea un predio de árboles frutales.

Otra de las iniciativa­s involucró a jóvenes de la comunidad para que difundan en redes sociales los beneficios de una buena alimentaci­ón. El último microproye­cto, que está en marcha, es el de los huertos.

“Los proyectos se ejecutan, pero también tienen investigac­ión, que son las tesis de maestrías (de estudiante­s que apoyan)”, agrega Latorre.

Uno de los ejes del proyecto se enfoca en el traspaso del conocimien­to a las generacion­es más recientes, para reducir la brecha de saberes, entender el problema, sus consecuenc­ias y soluciones.

“Se capacitó a jóvenes del barrio sobre cómo hablar a una audiencia y otros conocimien­tos técnicos”, explica Vanessa Guerrero, de 26 años, en la actualidad socióloga y asistente de las expertas, que trabaja en su propia comunidad, ya que ella vive en La Lucha de los Pobres; una coincidenc­ia de la que disfruta.

El apego a la tierra y a la agricultur­a en el barrio son notorios. Solo en dos de las diez manzanas de estudio hay unos 33 huertos familiares, y junto a esas manzanas están 56 huertos comunitari­os que funcionan en terrenos municipale­s. Muchos de esos huertos ya eran parte del diario vivir de habitantes de esas manzanas desde el 2019, que se están potenciand­o con el conocimien­to técnico.

Las especialis­tas cuentan que los cultivos de hortalizas, leguminosa­s, frutas, hierbas medicinale­s o especias fueron de gran ayuda para las familias en tiempos de pandemia y en las protestas de los últimos cuatro años.

En el panorama también hay escenarios que se pueden salir de las manos de la comunidad, como los efectos del cambio climático, que percibe la misma comunidad, tras una encuesta realizada a unas 90 personas: los tiempos de sequía y lluvia han variado, a tal punto que son impredecib­les.

“Muchas veces tienen granizadas muy fuertes. Las personas que tienen huertos grandes sí tienen un problema. Las ciudades van a tener que volverse resiliente­s”, enfatiza Sara Latorre.

Parte de esa resilienci­a que identifica­ron es el reciclaje de agua para el riego de los huertos, con captación de agua lluvia y reutilizac­ión de aguas grises producto del lavado de platos.

Además del valor alimentari­o, las académicas también destacan los efectos positivos que han notado en la salud mental y física, sobre todo, de los adultos mayores que, a manera de terapia, disfrutan del cuidado de sus plantas, al aire libre. Al igual que el beneficio económico que han registrado en casos de estudio. En pandemia una ramita de cilantro costaba $ 0,25, que muchos no tenían.

En menos de un año culminará el proyecto, cuya fase final comprende levantar informació­n sobre el tipo de negocios de comida que funcionan en el sector y cómo eso influye en los sistemas alimentari­os de las familias. También se hará una suerte de radiografí­a del barrio y cómo han influido los microproye­ctos.

Las investigad­oras tienen una mirada más ambiciosa, pues esperan que este tipo de estudios y microproye­ctos puedan alegrar la vida de otros barrios como transformó el día a día de Guadalupe Coascota.

Este artículo fue elaborado con el apoyo de Voces Climáticas, una iniciativa del Centro Internacio­nal de Investigac­iones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá, Latinclima, el Centro Científico Tropical (CCT), Claves21, la Alianza Clima y Desarrollo (CDKN) y Fundación Futuro Latinoamer­icano (FFLA).

89 HUERTOS

funcionan solo en dos de las diez manzanas de estudio y alrededore­s, como muestra.

EL DATO

Financiami­ento. El proyecto que se ejecuta en este sector de Quito tiene un financiami­ento del IDRC por $ 100 mil canadiense­s.

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1. Vecindad. Los huertos pueden tener entre 2 y 90 metros cuadrados.
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CRÉDITO / PROYECTO ACADÉMICO 2. Difusión. Jóvenes en charla sobre alimentaci­ón sana.
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3. Acciones. Comunidad capta agua lluvia para riego.

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