Diario Expreso

AHORA VIVE EN UN ANCIANATO

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Hace tres años, estalla una úlcera varicosa en su pierna izquierda: no se cuidó. “No avisó, creo que tenía vergüenza”, dice Danny. Ese día, el sol desparrama­ba candela. Los dos salen a la calle y Orly se desploma.

Los vecinos acuden, lo trasladan al hospital Delfina Torres. Las venas dejaron de funcionar, los coágulos atacan, la edad conspira. Ante lo avanzado del daño, el médico dispone amputar su pierna.

Una prótesis cuesta como seis mil dólares. El drama toma proporcion­es devastador­as. Orly vivía solo, en el barrio Margarita Cortez, donde sus hermanos adaptaron unos tubos para que logre ir al baño. “Él ama su pisito, los vecinos”. Danny lo convenció de vivir juntos, en Guayaquil.

Hace año y medio es interno en el ancianato, vía San Mateo, como a una hora de Esmeraldas. A veces, Danny llega antes de lo acordado para ver cómo vive su hermano. “Llora. Llora mucho, suspira”. Pero le avisan que la visita llegó y Zapatón se pone guapo: acomoda sus gafas, el cuello de la vieja camisa.

“Le damos vitaminas y sonríe”. Le hacen ejercicios para la memoria: le ponen su música y él acierta con el cantante. “Ese es de Leonardo Favio, esa de Daniel Santos; Rodolfo. Ponga una de Tito Cortés, de Rolando Laserie”.

La música lo sana, lo anima, cuenta Danny. “Aprovecho: Zapa, tienes que comer o te vas a morir. ¿Quieres morirte?”, le pregunta. Y Zapatón, con su largo dedo índice, responde que no. “Yo quiero vivir”.

Junto a sus hermanos, don Zapa toma aire, aún pelea. “Me abraza, pregunta por mamá, que venga a bendecirle pide. No olvido cuando me llevó a Quito a verlo en Aucas; me regaló una cajita de maquillaje”, suspira ella.

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Zaguero. El Zapatón Klinger dejó su marca en el fútbol ecuatorian­o.

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