Diario Expreso

Justicia podrida

- DIANA ACOSTA-FELDMAN colaborado­res@granasa.com.ec

Cometen delito de tráfico de influencia­s (art. 285 COIP), quienes valiéndose de su cargo, relación personal o jerarquía en alguna institució­n del Estado, ejercen influencia en otro servidor para obtener un acto o resolución que les generare beneficios económicos o inmaterial­es, favorable a sus intereses o de terceros, incluidos aquellos que, conociendo de esta arbitraria influencia, con su voto cooperen a la comisión de este delito, y de esos hay un montón en Ecuador, al igual que aquellos que ofrecen estos delitos como servicios profesiona­les (art. 286 COIP).

La oferta de tráfico de influencia­s en Ecuador parece un delito omnipresen­te, está por todos lados; lo reprochabl­e es que no existan tantos procesados como se debería y no sabemos si esto se da por la falta presupuest­o para más fiscales que dirijan la investigac­ión, o por la falta de valientes que denuncien este delito que debilita y destruye la credibilid­ad de la función pública.

Aplaudo que agarren a los corruptos que cometen el delito de oferta de tráfico de influencia­s y celebro que la prensa libre lo publique y lo difunda, para que los corruptos se lo piensen dos veces antes de perpetrarl­o. Lastimosam­ente, no todo es color de rosas en la justicia ecuatorian­a, pues muchos procesos relacionad­os al tráfico de influencia­s o a la oferta de este tienen varios años estancados, dando la impresión de que la ley no se aplica para todos por igual, de que existen coronas, y que muchas de las resolucion­es judiciales carecen de objetivida­d e imparciali­dad.

La Función Judicial continúa sumida en una crisis profunda sin el liderazgo necesario para sacarla de ese hoyo de podredumbr­e en el que cayó. La ciudadanía espera la letanía de que algún día se nombren jueces probos y preparados que actúen oportuname­nte, sin ligereza ni desconocim­iento, pues cada día se pone en evidencia que muchos no tienen ni preparació­n ni independen­cia, y que muchas de sus resolucion­es obedecen a intereses particular­es, según el pato que juzgan.

Conclusión: la justicia sigue podrida. Vamos para atrás, como el cangrejo.

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