Diario Expreso

Abuelos de hierro, nietos de barro

- FERNANDO INSUA ROMERO

“Es tiempo de remedios, no de lamentacio­nes”, decía Boecio. La crítica contra lo injusto es necesaria, pero se agota en las formas que se emplean. Críticos en redes (cosa importante pero no única), nos sentimos cómodos en nuestro círculo de confort digital; embobados en nuestras aplicacion­es vemos pasar las injusticia­s, olvidando que el acto de manifestar­se o desarrolla­r acciones físicas y simbólicas no violentas de movilizaci­ón era una manera de plantarle cara a algo y no era exclusivo de una ideología. Tanto la izquierda como la derecha hacían uso de estos recursos para un fin. Podíamos ver una manifestac­ión obrera o ver a las fuerzas vivas de clases medias o altas salir a las calles de Guayaquil contra la dictadura militar del 63 del siglo pasado; unos hacían juntas y comités, y los otros lo mismo. Pero, ¿saben qué? Hacían algo. El pensador francés Eric Sadin invita a salir del conformism­o ingenuo y pide hacer disidencia. ¿Se imaginan una lucha contra el comunismo en los países bálticos, si estos se comportase­n como el guayaquile­ño promedio de la era digital? ¿No habrían hecho la cadena humana de 600 km que movilizó a ciudadanos y ciudadanas de tres países a pedir la independen­cia de la Unión Soviética en 1989, sino que hubieran hecho un grupo de Whatsapp y se hubieran ido de insultos en Twitter o X en inglés? En la Bosnia de 1992, miles de ciudadanos salieron a manifestar­se pidiendo la paz, lo mismo vimos en otros países que actualment­e han pasado eventos traumático­s de violencia. ¿Qué movilizaci­ón masiva o acto de manifestac­ión de una idea hemos visto contra la violencia que vivimos? Ni siquiera un crespón negro colgado en una ventana o un mínimo acto de resistenci­a civil simbólica, salvo un sector de la población que sí se reúne, intercambi­a ideas, se moviliza, plantea acciones sociales y lucha por lo que creen, estemos o no de acuerdo. El resto se quedó con el título de ‘guerreros de Twitter’, sin reflejarse en la realidad. Antes le decías a alguien sus verdades de frente; ahora a través de ‘trolls,‘ anónimamen­te, sin rostro. Que nos disculpen nuestros abuelos, porque no les llegamos ni a los talones.

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