A ocho años del terremoto de 2016
Ecuador está localizado junto al Cinturón de Fuego del Pacífico. A lo largo de su perfil costanero se subducta la Placa de Nazca por debajo de la Placa Sudamericana, además de que presenta fallas geológicas en todo su territorio, lo que lo convierte en un país altamente vulnerable a los sismos
Hace ocho años, el 16 de abril de 2016, un devastador sismo afectó a la costa norte. Este terremoto, que tuvo una magnitud estimada de 7,9, con epicentro cerca de Pedernales, causó gran destrucción en varias ciudades, entre ellas, Pedernales, Bahía de Caráquez, Manta, Portoviejo y otras zonas cercanas. También afectó a los edificios altos de Guayaquil y de Samborondón, causando daños no estructurales medios y severos en su mampostería, además de grietas, caídas de objetos e interrupciones temporales en servicios como la electricidad y el agua potable.
El sismo dejó cientos de personas fallecidas y miles de heridos. Además, causó daños significativos en infraestructuras, viviendas, escuelas, hospitales y edificios públicos, lo que llevó a una situación de emergencia y desplazamiento masivo de personas.
¿Qué lecciones nos dejó el terremoto de 2016? Primero, asumir que vivimos en zonas de riesgo y somos vulnerables. Segundo, que no hay control sobre el diseño, materiales y normas y sistemas constructivos de las edificaciones. Como afirma el arquitecto japonés Shigeru Ban: “Los terremotos nunca matan a la gente, pero el colapso de los edificios sí”. Tercero, que se llevaron de manera antitécnica e irresponsable tanto las actividades de rescate como de reconstrucción, que evidenciaron falta de preparación y planificación, así como negligencia y corrupción en el uso de los fondos públicos. Un buen ejemplo de lo que se debió hacer fue Portoviejo -al mando de la Alcaldía-, con inversión en recuperación de espacios públicos y reconstrucción del tejido social afectado. Cuarto, realizar estudios geológicos en las áreas vulnerables que determinen la calidad de suelo y su capacidad portante, con el fin de prohibir la edificación en aquellos terrenos que sean declarados no aptos.
...como afirma el arquitecto japonés Shigeru Ban: “Los terremotos nunca matan a la gente, pero el colapso de los edificios sí”.