Diario Extra

“En la calle y ante la vista de quién sea”

De varias muertes, dos asesinatos en la vía causaron indignació­n en los ecuatorian­os. Organizaci­ones femeninas consideran que no sabemos cómo actuar en estos casos.

- Ariana Almeida Martínez

Cada cuatro días una mujer es víctima de femicidio. Esa cifra llena de pesar a Verónica Vera, representa­nte de la organizaci­ón Surkuna, para quien la violencia se ha normalizad­o –de tal forma– que los agresores no sienten reparo alguno de cometer los delitos “en la calle y ante la vista de quién sea”.

El “concepto histórico de que los problemas de pareja se arreglan en casa y que no se debe intervenir está tan arraigado” que, en las últimas tres semanas, dos crímenes en contra de mujeres se han registrado en la vía pública. El primero sucedió el pasado 19 de enero, en las calles Cabezas Borja y Pedro Moncayo, del centro de Ibarra, en Imbabura.

La víctima: Diana Carolina Ramírez, de 26 años. Hoy su familia aún no asimila la partida de la chica, pero sobre todo no logra entender la actuación de las autoridade­s y de los testigos ante una situación “de vida o muerte”.

A su tío político, Mauricio Castro, le preocupa la falta de un mediador. “Alguien que hubiera podido convencerl­o de dejarla ir”. Pero no hubo nadie, durante los 96 minutos que Diana estuvo retenida por su pareja, Yordi Losada, que hiciera algo para evitar su muerte.

Marlon Jácome, abogado patrocinad­or de la familia de la joven, se siente inquieto por la negación de Fiscalía de realizar una reconstruc­ción de los hechos. La tarde del lunes ingresó un nuevo pedido para que se despache esta diligencia.

Pero de no ser aceptado realizará una denuncia por omisión a las autoridade­s, refiere el jurista.

Verónica Vera, por su parte, cree que el femicidio público fue “un llamado de atención para la sociedad en general, sobre cómo actuar y qué se debe hacer en una situación así”.

Para la activista, es sumamente doloroso el mensaje que dejan este tipo de incidentes. “Ni con gente ni sin gente las mujeres estamos seguras. Lo que nos queda es organizarn­os, buscar estrategia­s de autodefens­a”, refirió la joven, quien siente que la sociedad no está preparada para actuar frente a este tipo de hechos.

Y eso fue lo que se repitió en el femicidio de Amelia de Jesús Laje, en la calle Luis Vargas Torres, de Pisulí, en el norte de Quito. Pese a que ese viernes 8 de febrero los vecinos aseguraron haberle lanzado piedras a Miguel Aguirre, implicado en su muerte, ninguna persona se atrevió a quitarle el arma al agresor.

“Por miedo nadie se mete... Lo que hacen es un registro morboso (vídeo) de lo que pasa, pero no saben cómo evitarlo o intervenir”, detalló la vocera del organismo feminista.

VULNERABIL­IDAD AL MÁXIMO

Verónica resaltó que en el momento en que una mujer es valiente y se atreve a terminar con una relación marcada por la violencia o pide una boleta de auxilio es más vulnerable a un ataque o a un femicidio, que desde que se tipificó su figura en 2014, con el Código Orgánico Integral Penal, ya ha sumado 600 víctimas. “Cuando la mujer lo deja, el hombre siente que pierde poder y esa propiedad que cree tener sobre ella”, puntualiza Vera.

Es una especie de “resentimie­nto” la que motiva al sujeto a arremeter en contra de quien se está rebelando o decidió ponerle un alto a su dominio.

Sin embargo, la problemáti­ca no termina ahí. En los dos casos de femicidio público, los verdugos han intentado quitarse la vida.

Losada, un venezolano de 22 años, trató de autoelimin­arse en la celda número dos del Área Transitori­a del Centro de Rehabilita­ción Social de Latacunga, en Cotopaxi, pero no lo logró. Días más tarde volvió a intentarlo, pero nuevamente fue atendido por el

personal médico del lugar.

Por otro lado, Miguel Aguirre, de 59 años, se encajó su propio puñal cuatro veces. Al momento permanece asilado en el hospital Pablo Arturo Suárez, en el norte de la capital. Una vez que sea dado de alta será trasladado a Latacunga, mientras dura la instrucció­n fiscal.

SU “PROPIEDAD”

Para la psicóloga clínica Alejandra Rivadeneir­a, “no es la

culpa” la que lleva a los victimario­s a atentar contra su propia vida, sino la pérdida de la mujer que asumen que les pertenece.

“El agresor está obsesionad­o con su pareja o, generalmen­te su expareja; la considera un objeto de su propiedad, pero al asesinarla como demostraci­ón de su poder pierde el sentido de su vida, porque ya no hay a

quién dominar ni a quién poseer”, explicó.

En un análisis particular, Rivadeneir­a se atreve a decir que: al menos uno de cada cinco femicidas opta por el suicidio. “La gente piensa que es por no ir a la cárcel, pero suele ser más porque con la muerte de la mujer no existe de quién apropiarse”, manifiesta.

Pero, por otro lado, las secuelas psicológic­as se evidencian más que nada en el núcleo familiar, principalm­ente en los niños. Según la organizaci­ón internacio­nal Save The Children, ellos son víctimas no solo porque suelen ser testigos de la violencia entre sus padres, sino porque crecen creyendo que esto es normal en los adultos.

El tío de Diana menciona que el apoyo psicológic­o es fundamenta­l para superar la situación. Y los dos niños de la fallecida, que quedaron en la orfandad, reciben acompañami­ento por parte de la Secretaría de Derechos Humanos. Actualment­e viven con su padre, aunque toda la familia está pendiente de ellos. Se trata de un niño de seis años y una nena de cuatro.

Por el lado de Amelia quedan sus tres hijos, el menor tiene 18 años y es uno de los versionant­es en el proceso judicial. La mañana del crimen su padre habría rondado la vivienda de la mujer desde las 09:00.

Según Fiscalía, él lo habría amenazado con llamar a la Policía para que se alejara. Pese a ello, cuando la víctima salió a una cita médica, él la interceptó. El informe forense refiere que tenía varios cortes en las manos y en los brazos como heridas de defensa.

A pocos metros, la progenito- ra de Amelia clamaba que la ayudaran. Por la situación que debió enfrentar ese hogar, la jueza Mayra Pilco también dictó medidas de protección para los hijos de la fallecida y atención psicológic­a para el núcleo familiar.

Además, la Unidad de Policía Comunitari­a más cercana a la vivienda deberá activar un botón de pánico para los afectados.

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Henry Lapo, Ángelo Chamba y archivo / EXTRA ?? En la escena del crimen se fija la evidencia para continuar con la investigac­ión. En los dos casos se usó un cuchillo para las muertes.
Fotos: Henry Lapo, Ángelo Chamba y archivo / EXTRA En la escena del crimen se fija la evidencia para continuar con la investigac­ión. En los dos casos se usó un cuchillo para las muertes.
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El implicado se recostó sobre el cuerpo. Testigos dicen que lloraba.
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Diana pasó retenida por Losada durante 96 minutos.Testigos gritaban y otros grababan.
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El cuchillo con el que Amelia fue atacada forma parte de la evidencia.
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