Diario Extra

¡Unidas, pero por la desgracia!

Dos están incapacita­das de caminar. La tercera de ellas, desde hace 9 meses, permanece en estado vegetativo.

- Carola Cáceres /

Las madre, Rosa, y sus hijas, Delia y Mery, tienen en común que les pasaron los años, viven bajo el mismo techo, pasan las ‘mil y una’ necesidade­s y, para agravar la situación, están gravemente enfermas.

La primera, Rosa Pontón, con sus 90 años a cuestas, narra toda la triste historia que envuelve esas vidas.

Entre recuerdos hace una pausa y analiza todo lo malo acontecido a través del más de medio siglo que lleva residiendo en el cantón Pasaje de la provincia de El Oro.

“Pareciera que una maldición cayó sobre mi familia desde que me cambié a esta casa”. Esto es lo que piensa la mujer cuando trata de encontrar una justificac­ión ante tantas cosas malas que han pasado en su entorno.

Empieza por citar la muerte de su esposo ocurrida hace 26 años. Su hija Mery del Carmen, desde hace más de 15, está postrada a una silla de ruedas. Hace 4 perdió a su hijo Oswaldo; un año después también partió su otra hija, Blanca.

En el 2016, una caída limitó su movilidad y hace 9 meses, su hija Delia, de 59 años, quien era la que cuidaba de ella y de su desvalida hermana, perdió el equilibrio al bajar las escaleras y, desde entonces, está como un vegetal.

Amelia quiere encontrar una explicació­n a todo lo que le pasa a su familia, pero no la halla y es entonces cuando piensa que alguien, a lo mejor, les hizo un mal. Rememora el primer golpe que recibió su corazón. Fue el de su esposo en 1993. Una alta en la presión se lo llevó de un momento a otro.

Con el tiempo, su hija Mery, actualment­e de 51 años, le causó otro sufrimient­o. Los dolores que la jovencita sentía en sus piernas, poco a poco, le fueron restando fuerzas hasta el punto de hacerla renunciar a su sueño de convertirs­e en una química farmacéuti­ca. Iba a mitad de la carrera cuando desistió de este anhelo porque ya ni el andador le bastaba para movilizars­e. Con el tiempo tuvo que cambiarlo por una silla de ruedas y quedarse en casa.

MÁS GOLPES

Rosa, quien para ese entonces ya había sobrepasad­o los 70 años, cuidaba de su hija porque, a pesar de su edad, tenía el empuje para hacerlo.

Daba gracias a Dios porque su salud no estaba tan deteriorad­a como para no cumplir con las tareas de su hogar y la del cuidado de su Mery.

Pasó un buen tiempo cuando la desgracia tocó nueva- mente su corazón. Esta vez fue su hijo Oswaldo quien le desgarró el alma. Un accidente le quitó la vida en forma instantáne­a.

La mujer no se había recuperado aún de este luto cuando le sobrevino otro. Blanca, su otra hija, murió aquejada de un cáncer justo al año de la muerte de su hermano.

En el 2016 le pasó otro grave imprevisto. Estaba en su casa localizada en las calles Colón y Enríquez Coello, del mencionado cantón orense, al que llegó desde su natal Zaruma, cuando sintió como si el mundo se le viniera encima.

Bajando un escalón, de los dos que tiene el baño de su vivienda, perdió el equilibrio y cayó en el piso. La pesadez de su cuerpo lo recibió mayormente su pierna derecha. Tanto que hasta le rompió el fémur.

Su familia la llevó al hospital, pero los doctores no se atrevieron a intervenir­la. Su delicado corazón ponía en riesgo sus 88 años de vida.

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Fotos: Álex Lima / EXTRA

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