¡Acribillado mientras rezaba!
Hace un siglo se inició el proceso de beatificación para que se reconozca su labor como religioso. Templo en Riobamba guarda toda su historia.
En el Templo Expiatorio o la capilla del sacrilegio de Riobamba se guarda la historia del martirio del sacerdote jesuita Salvador Víctor Emilio Moscoso Cárdenas, acribillado el 4 de mayo de 1897 en el colegio San Felipe Neri de esta localidad.
En medio de la alegría, porque el papa Francisco reconoció el martirio ‘in odium fidei’ (por odio a la fe) del religioso, dando paso a su proceso de beatificación, se recordó el triste episodio.
“Son varios años que se ha llevado el proceso del padre Moscoso. Hace varias semanas conocimos que estaba en manos del Santo Padre y hoy en la mañana (miércoles) recibimos esta alegría”, detalla Francisco Echeverría, de la pastoral de la unidad educativa.
A un lado del altar está su representación en cerámica con una hostia en la mano y una rama de palma; en sus pies, una Biblia con las huellas de las balas. “Esto indica que fue mártir de la eucaristía”, explica Echeverría.
También existen, todavía, vestigios de los disparos en el púlpito, así como dos pinturas que recuerdan el suceso.
En una capilla más privada de la orden religiosa, se conserva el único retrato al óleo, así como una caja de madera con diversas reliquias, entre las que constan una cofia negra, varios libros magullados, una bala, un crucifijo y una botella con su sangre, que a decir de los sacerdotes permaneció 20 años líquida, después de su muerte.
“Fueron años muy duros cuando asumió el gobierno liberal el Ecuador, todavía existían tropas conservadoras, a las que se consideraban guerrillas que hacían resistencia a un liberalismo mal entendido, recalcitrante, que no toleraba la educación católica y que encarceló a los sacerdotes con el argumento de que hablaban mal del gobierno”, rememora Echeverría sobre los antecedentes que desencadenaron el martirio de Moscoso.
HECHOS
Los sacerdotes habrían sido apresados, desde el día anterior. El padre Emilio, quien era rector del Colegio Jesuita, no se encontraba en las instalaciones, pero al conocer el destino de sus congéneres, se entregó en el cuartel Pichincha que estaba frente al colegio.
Los habitantes de Riobamba, al conocer la noticia, llegaron a presionar por su liberación, según detalla el párroco. Esa noche, varios miembros disidentes habrían ingresado por la parte de la Iglesia y empezaron a disparar contra el cuartel. Las tropas liberales ingresaron y luego de acabar con los rebeldes profanaron la capilla, destruyeron el sagrario, lanzaron las hostias, se mofaron de los sa- cramentos y por una puerta de la capilla ingresaron al colegio y al grito de “¡Maten a los frailes!” comenzaron a buscar a los sacerdotes, encontrando primero a Moscoso, quien se hallaba en su dormitorio sobre un reclinatorio, rezando. Allí lo acribillaron. Luego le colocaron en las manos un fusil y cananas de balas para decir que los curas participaron de la revuelta. Esto fue desmentido años más tarde por los mismos sujetos que participaron en la matanza, dentro de la investigación en un proceso civil solicitado por el padre Andrés Machado, quien llegó para suplir el puesto de Moscoso y años más tarde llegaría a ser obispo.
PROCESO DE UN SIGLO
Al cumplirse 100 años de su muerte, se realizó la primera sesión para iniciar los trámites de su beatificación en la misma capilla, en presencia de Víctor Corral Mantilla, exobispo de Riobamba.
Para monseñor Julio Parrilla, actual obispo de Riobamba, es muy importante el reconocimiento del martirio de Moscoso por parte de la Iglesia. “La vida y la muerte del padre Moscoso hay que entenderlas en un momento específico de la historia del Ecuador, momento de confrontación social, política y religiosa. Es un mártir de la fe”, indica.