Diario Extra

Antes hacían caminatas para ver a la efigie

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Otra de las devotas es Gladys Collaguazo, quien fue una de las primeras en llegar a la casa de Tayupanta junto a doña Lastenia. La otra devota que se unió al grupo cuenta que, asimismo, fueron sus padres los que le inculcaron ese amor por la imagen.

“Antes, el Señor del Casanto tenía muchos más fieles. Ahora, con el pasar de los años, la gente que venía ha disminuido”, asevera la mujer. Habitantes de Amaguaña, Tambi- llo, Machachi… hacían caminatas para ver a la efigie. Los únicos que mantienen viva esa tradición son las personas de Alóag.

Es que aquel Jesús crucificad­o tiene una historia singular y el padre Mauricio Sabando, párroco de la localidad, la conoce.

Durante ese tiempo, el sacerdote conoció un poco del pasado del sector. “Antiguamen­te había una hacienda, la de Gualilagua. Allí, un leñador estaba cortando un árbol de casanto”, indica el religioso.

En ese momento de los destajes empezó a salir sangre, como si la planta estuviera herida. Conforme se habría paso el hacha, la imagen del hijo de Dios se fue descubrien­do.

Pasó el tiempo y el milagro se regó por la pequeña comuna de aquel tiempo. Poco a poco fue ganando adeptos católicos la imagen, incluyendo a los choferes, sus más fieles seguidores.

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