Diario Extra

Canoa, un legado laboral fluminense

Debajo de la pequeña embarcació­n colocan brea y masilla para que no le entre el agua. Se la elabora con tablones en dos partes: la base y los laterales.

- Tatiana Ortiz /

Alos 19 años, Bolívar Muñoz Rodríguez construyó su primera canoa y desde entonces no ha dejado de fabricar este tipo embarcacio­nes, mayormente utilizadas en temporada invernal. El hombre, de 54 años, es uno de los pocos astilleros que aún vive de esta antigua labor en la parroquia Barreiro, del cantón Babahoyo, provincia de Los Ríos.

El oficio lo aprendió de su padre, Bolívar Muñoz Navarrete, quien falleció hace nueve años. Pero su legado sigue intacto en el sector La Puntilla (Barreiro) de donde era oriundo. Cuchimba, como le decían sus amigos, fue el pionero en el arte de fabricar canoas para usarlas como medio de transporte o en la pesca con anzuelo. Para esta última actividad se utilizan las más pequeñas -que apenas soportan el peso de una persona- para no ahuyentar a los peces.

Debido a la gran demanda, Muñoz Rodríguez puso en práctica sus conocimien­tos. “Era casi obligatori­o tener al menos una canoa en casa porque antes todo se inundada durante el invierno”, comentó mientras serrucha unas tablas.

Las canoas se obtenían de un tronco de madera al que le daban forma con herramient­as manuales. Con el paso de los años, el proceso cambió y ahora se las arma con tablones divididos en dos cuerpos: la base y los laterales.

El plantillad­o debe quedar bien medido para darle seguridad a la canoa y que no se vire con facilidad. El guachapelí, pechiche, laurel y samán son algunos tipos de madera que se utilizan en la fabricació­n.

De los siete hijos de Cuchimba solo Bolívar continuó con el oficio. Cuando muera, la tradición familiar acabará. “He trabajado para que mis cuatro hijos sean profesiona­les en la carrera que elijan y lo estoy logrando”, enfatizó el hombre, quien tiene su taller a orillas del río San Pablo.

A unos 300 metros del afluente está el local de Pedro Filián, de 72 años, quien ha perdido la cuenta de cuántas canoas ha construido en las cuatro décadas que lleva dedicado a esta labor. Su maestro también fue Cuchimba, pero su técnica se volvió más industrial­izada, con la incorporac­ión de máquinas eléctricas en lugar del serrucho para cortar la madera. Sin embargo, el acabado es el mismo: una canoa segura y r e s i s t e nt e a nt e c ualquier emergencia.

La brea siempre va en la parte de abajo y masilla en las hendiduras para que no entre el agua a la embarcació­n. El toque final está en los colores y el nombre que el dueño elija para sentirse más identifica­do.

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