¡Cambiaron las velas por los focos!
Por seguridad y ante el riesgo de eventuales incendios, la cúpula de la iglesia de
Cuenca cambió los ancestrales candelabros por velas electrónicas. La medida se aplica en los templos del casco histórico, donde sus estructuras centenarias son del 80 % de madera y podrían contaminarse con el fuego de las velas.
El nuevo sistema se basa en varios focos pequeños, dentro de una urna de vidrio. Estos artefactos se encienden al colocar monedas en una hendija similar a la de una alcancía.
Las bombillas funcionan durante un periodo de tiempo de acuerdo al dinero que se ha insertado. Por ejemplo, 10 minutos cuestan $ 0,05; 20 minutos, $ 0,10.
En la Catedral de la Inmaculada Concepción ya están instalados ocho de estos dispositivos. Están cerca de los candelabros para que los feligreses vayan acostumbrándose a esta alternativa.
Cinthya Carvajal y Lady Orizzonte ya utilizan este sistema. Consideran que no importa cómo se origine la luz sino la fe con que se realice el pedido al Creador.
Junto a ellas estuvo Tránsito Barbec ho. Él l l e vaba e n sus manos un paquete de velas blancas. Eran ocho unidades que una a una las colocó en el candelabro. Ahí oró, pero unos segundos después s e a c e r c ó a l a urna donde se hallan los focos y puso una moneda para encender una de las luces.
“Debe ir aprendiendo la modernidad. La luz no importa sea de una vela o de un foco, pues en mi corazón está la intención de agradecer a Dios”, considera la mujer.
Pero hay quienes se resisten al cambio. Óscar Bermeo, de 82 años, se pasaba una vela blanca por su cuerpo con su mano derecha, a la vez que pedía a Dios las bendiciones. “Esto aprendí en mi niñez. Soy católico y pasarme la vela es un acto de fe que ningún aparato podrá reemplazar”, aduce Bermeo.
Lidia Rivera argumenta que la magia de los colores de las velas forma parte de la tradición y espiritualidad. Ella ingresó a la iglesia con cinco velas azules, “para pedir a Dios por la salud de mi esposo, mis tres hijos y yo”. Advierte que costumbre no la cambiará.