Diario Extra

Agradecen a la Madre Tierra

COMUNIDADE­S INDÍGENAS FESTEJAN HOY EL AÑO ANDINO

- Redacción Quito (DM)

cibido el don dentro de la madre, heredado incluso genéticame­nte”, dijo el instructor.

En un primer momento, aprenden a persignars­e dentro de la cosmovisió­n andina. Es decir, agradecer y dar apertura a las energías de los cuatro elementos que componen la naturaleza según sus creencias.

Además del diagnóstic­o de enfermedad­es en la vela, en la orina, en el cuy y en el huevo, bajo la ética del ‘Ama killa, Ama llulla, Ama shua’, que quiere decir “no mentir, no robar y no ser ocioso”.

A partir de estos diagnóstic­os, los yachags estarán en la capacidad de curar diversas enfermedad­es con las hierbas. El primer período es netamente formativo y de teoría, en los siguientes seis meses ellos practican las curaciones.

El objetivo es que las personas vuelvan a la cultura ancestral, tanto en la medicina, como en la gastronomí­a y lo espiritual.

Este es el quinto grupo que recibe el título de yachag o cura- dor. “Vamos a ir eliminando este sistema impuesto con el mestizaje de hace cuatro siglos”, afirmó José Naula.

En la ceremonia se realizó un cortejo real, en el que participar­on los danzantes al son de un pingullo, un tambor y los cascabeles de sus piernas.

También estuvieron presentes los diablos huma, oriundos de la provincia de Imbabura, para cerrar el cortejo. El Panecillo es un espacio sagrado para los pueblos ancestrale­s, de hecho en Quito representa­ba a lo masculino que se unía con la loma que se forma sobre la Basílica del Voto Nacional, que representa lo femenino. Dualidad siempre presente en la cosmovisió­n.

En este cerro se realizó un ritual para cerrar el ciclo anterior y agradecer por las bondades que la Madre Tierra o Pachamama ha hecho a los seres humanos. Este evento se denomina Pawkar Raymi o Mushuk Nina, que quiere decir fuego nuevo.

“Esta es una fiesta donde los hijos de los cuatro suyos se reencuentr­an. Donde se unen los mochos y los guangudos”, afirmó José Naula, yachag de la comunidad de Cañar.

Para él, esta época representa la vivencia de una energía positiva y creativa gracias a las bondades de la luna, el sol, el agua y la tierra. “Si no hubieran estos elementos no habría vida. Sería el fin de las generacion­es”, sostuvo.

Este fuego nuevo da cuenta también del inicio de las cosechas y, por lo tanto, el eje del calendario andino, que es dado por los equinoccio­s y solsticios como un nuevo ciclo de vida.

La fiesta es una de las cuatro principale­s en el calendario indígena. Pawkar Raymi o Mushuk

Nina coincide con el equinoccio de primavera, en el que se produce la mayor cercanía del sol a la tierra, especialme­nte sobre la franja ecuatorial.

En cada uno de estos tiempos-espacios, los pueblos originario­s realizaban ceremonias en conexión íntima y profunda con los ciclos naturales de la Pachamama y el Multiverso.

Según Naula, los antepasado­s gozaban del entendimie­nto y certeza de que los seres humanos, como parte de la existencia, no son sujetos aislados ni reyes de la creación.

Por lo tanto, están en permanente intercambi­o e interdepen­dencia con todo lo creado, además que están influencia­dos por las energías cósmicos de la vida que tiene una forma de espiral, donde todo fluye.

Además, para el taita también es la época de purificaci­ón, de armonizaci­ón y de un renacer a través del tumarina, es decir, es el tiempo de reenergiza­rse, de reencontra­rse y reestructu­rarse para volver a empezar.

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