¡Acoso que llaman amor!
Esta es una historia real aplicable en todo el mundo... Hasta hace 8 meses, Laura no hacía nada con su celular sin que su novio lo supiera. Él, tras la máscara de enamorado, la acosaba.
Él se enteraba de cada mensaje que ella mandaba o recibía, de cada foto que almacenaba o cada “Me gusta” que daba. ¿Y cómo lo lograba? ¡Fácil!
Quien hoy es su expareja tenía una aplicación espía instalada en su móvil sin que ella lo supiera.
La aplicación que su novio descargó en su teléfono inteligente durante cuatro meses le permitía, por poco más de 5 dólares, acceder al historial de llamadas, ver las fotografías guardadas en el dispositivo y leer los correos, entre otras tantas acciones.
La versión mejorada, que vale más de 7 dólares, incluye funciones adicionales como grabar llamadas, leer los chats de WhatsApp, borrar datos del teléfono y/o bloquearlo por control remoto.
Esta aplicación permanece oculta en el teléfono en el que se haya descargado. La identificación de este y otros programas del mercado se ha obviado para no facilitar su uso.
EN TODO EL MUNDO
Un grupo de investigadores de la Universidad de Cornell, la Universidad de Nueva York y el Instituto Tecnológico de Israel encontró decenas de aplicaciones espías en el mercado: desde las más básicas que informan la posición a través del GPS hasta muy avanzadas que permiten el acceso a la cámara, la visualización de la pantalla y la posibilidad de controlar el móvil a través del computador.
La investigación, publicada en 2018, revela que la mayoría de estas aplicaciones son de doble uso y pasan por herramientas de seguridad infantil o antirrobo. Esto dificulta la comprensión de la escala real del problema.
A sus 26 años, Laura comenzó la relación con su expareja cuando salía con un amigo de él. “Siempre decía que no podía confiar en mí porque si le había hecho eso a su amigo, seguro que a él también se lo haría. Al principio eran discusiones que se pasaban rápido. Pero con el tiempo empezó a obsesionarse conmigo. Quería saber qué hacía y a dónde iba”.
A medida que avanzaba la relación, que duró dos años, ella cada vez “hacía menos cosas”: “Apenas publicaba en redes sociales y perdí un montón de amigos”. Su novio quería estar al tanto de todos sus movimientos. “Alguna vez lo pillé con mi teléfono en la mano”.
Llegó un momento en el que él se enteraba de cosas que jamás le había contado. Fue entonces cuando empezó a sospechar que la espiaba de algún modo. Buscó en internet y cuando se enteró de la existencia de este tipo de aplicaciones decidió buscar ayuda.
Contactó con la primera asociación española sin ánimo de lucro para luchar contra el hostigamiento en internet, Stop Haters (Dejar de odiar). Lo primero que hicieron fue comprobar y verificar la seguridad de su teléfono, sus contraseñas y redes sociales.
El procedimiento es habitual con quienes recurren a ellos, dice el informático de la asociación, José Miguel Rodríguez, y la abogada de la organización, Sara Antúnez. Así comprobaron que alguien instaló una aplicación de control remoto con la que veía desde otro dispositivo lo que ella hacía en su teléfono.
Para instalar esta aplicación, la expareja de Laura necesitó tener su teléfono una sola vez. “No tenía acceso normalmente, pero alguna vez me lo pidió para buscar algo en internet con la excusa de no tener datos”, recuerda Laura.
Las personas que utilizan esta forma de acoso “suelen tener unos conocimientos mínimos en tecnología para gestionar las aplicaciones espía y ocultarlas”.
La radio pública estadounidense NPR publicó en 2014 los resultados de una encuesta realizada a 70 refugios en los que se alojan mujeres maltratadas. Casi 60 de ellos afirmaron trabajar con víctimas controladas por sus maltratadores con este tipo de aplicaciones. Unos 50 dijeron atender a mujeres cuyas conversaciones habían sido escuchadas de forma remota.
Estas aplicaciones están disponibles tanto en la Play Store como en la tienda de Apple y sí son legales: “Lo peligroso no son ellas en sí, sino el uso que se les da, que a veces no es el correcto”. De hecho, la aplicación que utilizaba el exnovio de Laura está destinada a vigilar a hijos menores de 18 años y localizar a empleados a través de teléfonos móviles.