- (I) - 07/08/2019
Un ojo pintado en una de las paredes principales ‘vigila’ la casa ubicada en las calles Higueras y Costanera, en el sector de Urdesa, en el norte de Guayaquil. La imagen está sobre un fondo rojizo y hace sentir a los transeúntes que son observados y que adentro hay un secreto oculto.
Para ingresar al inmueble, cuya maleza decora lo que alguna vez fue un jardín, hay que escalar un muro de dos metros de alto pintado con cuadrados de varios colores. La única puerta de acceso tiene dos candados algo oxidados.
La casa tiene más de tres décadas y hace ocho años aproximadamente fue habitada por un artista que creó un
proyecto y una galería que atraía la mirada de cientos de guayaquileños. Pero desde 2012 cerró, dejando la vivienda a la ‘suerte’ y al cuidado de las aguas tranquilas del estero Salado que bordea el patio.
Hoy, los vestigios de la galería son los únicos testigos mudos de los visitantes esporádicos que tiene el inmueble: jóvenes que ingresan a ‘curiosear’, a beber, a consumir drogas, a buscar fantasmas o dejar que la adrenalina los envuelva.
EXTRA ingresó al sitio para corroborar o descartar la presencia de espíritus. Al cruzar el muro, la primera imagen es un piso sucio, escombros de cemento, maleza seca y una amplia entrada de escaleras de mármol que han sido rayadas con aerosol rojo y negro.
El ambiente es pesado, frío, como si alguien observara a quien camina en el sitio.
La casa tiene más de 10 habitaciones sin puertas ni ventanas, un ático, un cuarto de estudio y una piscina llena de agua verde, hierba y basura. Las baldosas son azules, están garabateadas y al pie está un viejo columpio hecho de neumático.
Atrás del columpio, hay una especie de mesa improvisada en la que hay cáscaras de conchas, cajas de fósforos, trozos de madera, pedazos de cemento y basura.
Atrás, un cuarto con telarañas, un pedazo de tela y un vidrio sobre un neumático donde hay cucharas y fósforos usados. Las paredes son blancas y están pintadas con grafitis y malas palabras. A un costado, hay una escalera de madera, en forma de espiral, que conduce hasta el ático. El techo del ático está recubierto con madera. Las paredes, blancas, muestran caricaturas de animales, monstruos, grafitis y firmas de quienes han explorado el sitio. El artista que ideó su proyecto en ese lugar afirmó que gran parte de los diseños que dibujó siguen intactos. Se mostró orgulloso de eso.
Comentó que el año pasado hubo un pequeño incendio que destruyó una parte del tejado, dejando un gran agujero por donde entra la brisa del estero. Los escombros quemados aún están en el piso.
El artista recordó que la casa estaba menos destruida cuando accedió a ella. También que en lugar de basura, algunas habitaciones tenían documentos tirados en el piso, cubiertos por el polvo. Y las paredes estaban llenas de telarañas.