¡Entre la vida y la muerte!
El 25 de marzo nació José (nombre protegido), un bebé aparentemente saludable, aunque con la piel de un tono amarillo. Su madre, Gabriela, no imaginó que esa coloración se debería a un problema más grave que el simple tono con el que algunos niños nacen por la bilirrubina, un pigmento amarillo que se encuentra en la bilis y se forma por la degradación de la hemoglobina.
“El bebé nació bien, pero me llamó la atención el color de su piel. En la clínica donde lo tuve me dijeron que era normal y que con sacarlo al sol se le pasaría”.
El tiempo transcurrió y la coloración de piel y ojos del bebé no cambiaba como le habían prometido en la clínica de
Lomas de
Sargentillo, de donde es oriunda.
Gabriela recuerda que no solo era la piel, sino que también presentaba otros problemas: pasaba irritado y lloraba. Sus padres creían que tenía “mal carácter”, no imaginaban que el mal humor dependía de su organismo.
Después de dos meses de esperar a ver los cambios, la madre, preocupada, llevó al pequeño Jordan a un centro de salud estatal. “Lo derivaron al hospital de niños Roberto Gilbert, en Guayaquil. Allí lo internaron durante 21 días para poder hacerle estudios”.
A Gabriela se le humedecen los ojos cuando describe el ajetreo que padeció desde el momento en el que el bebé debió quedar interno en el hospital. “Fueron tres semanas sin ver la luz del sol, porque tampoco podía salir para nada. Tenía que
estar allí acompañando al bebé, tenía que alimentarlo, darle cariño”, reflexiona la mujer.
Durante esas tres semanas, Gabriela sufría junto a su hijo al verlo ‘crucificado’, con sus bracitos con sueros, vías y tubos. Las marcas de los pinchazos aún están presentes en su frágil piel y ese martirio fue solo para diagnosticar que el bebé llegó al mundo sin vesícula, lo que afectó su hígado.
“Después de ese tiempo hospitalizado me dicen que el bebé ha nacido sin vesícula y sin vías biliares por lo que su hígado estaba fallando. Lo tiene completamente cirrótico (células destruidas) y su vida peligra. Lo único que puede salvarlo es un trasplante, me dijeron los médicos”.
A la madre los especialistas no han querido decirle cuánto tiempo de vida podría tener su bebé, pero sí le han advertido que la intervención con el nuevo órgano debe ser urgente.
“Esa operación es costosa y complicada, ya que por la edad del bebé (cuatro meses) no se practica en el país, me dijeron los doctores”.
Pero antes de todo deben tener un órgano disponible para el pequeño. Gabriela dice que en lugar de tener al niño en una lista de espera para obtener el órgano, lo que tomaría más tiempo, ellos (padres) quieren donarle una parte de su hígado.
“Pero los exámenes de compatibilidad toman mucho tiempo en el sistema de salud público, y de manera privada no tenemos cómo pagarlos”, lamenta la joven madre, desesperada.
De acuerdo a lo que han podido averiguar, ese examen tendría un costo de unos tres mil dólares. Eso es lo que esta familia espera conseguir con la ayuda de alguna fundación, empresa o donaciones de los lectores de EXTRA.
Con ese dinero, estima la mujer, ellos podrían hacer los análisis de compatibilidad para agilizar el tratamiento y buscar la manera de que el niño logre ser admitido para la cirugía.
“Esa intervención tendría que hacerse en Colombia o Argentina porque aquí no la practican, por lo que costaría mucho más. Pero ni siquiera tenemos el dinero para saber si podemos ser los donadores”, lamenta la joven, madre de otra nena y esposa de un jornalero a quien su sueldo no le alcanza más que para subsistir cada día.
Si alguna persona o institución puede ayudar a esta mujer y a su bebé contactarse llamando al teléfono 0992897055.(