NACIONALIZADOS, CON EL CORAZÓN DIVIDIDO
En los Juegos Panamericanos que hoy culminan en Lima hubo más de las 41 banderas oficiales. Por necesidad, el deporte dio a muchos la oportunidad de brillar con países distintos a los de su nacimiento.
Jiaji Wu nació en China, apenas entiende el español y aunque sus rasgos digan lo contrario es un dominicano como el que más en estos Juegos Panamericanos.
No baila bachata, ni merengue, pero se sabe el himno de República Dominicana, país que hace poco más de cinco años le abrió las puertas y le permitió desarrollar una habilidad que adquirió desde pequeño.
La noche del martes pasado, cuando el mesotenista disputaba el pase a las semifinales del singles masculino, el grito de una barra que lo alentaba llamó la atención, más que por la bulla, porque algunos no podían ni pronunciar su nombre. Lo que sí sabían era que el asiático tenía entre su pal
marés haber ganado el Mundial juvenil 2011, motivo suficiente para que la Isla del Encanto decida “adoptarlo” y sumar una medalla más en Lima con la plata que finalmente consiguió.
De acuerdo con los reglamentos de la Organización Deportiva Panamericana (Panam Sports) para que un deportista de otro país pueda representar a una nación debe tener al menos cinco años de residencia ininterrumpida. Wu, quien juega en la liga francesa de mesotenis, lo cumplió. Hoy es uno de los impulsores más destacados de este deporte.
Como él, muchos son los países que acogen a deportistas de otras naciones, quienes por oportunidad o por necesidad, deciden renunciar a la tierra que los vio nacer para echar raíces en otros lugares y defenderlos con lealtad.
En los días de competencias del tenis de mesa de los Juegos Panamericanos se contabilizaron más de 20 deportistas con apellidos, nombres y rasgos que no correspondían a las banderas que estaban defendiendo. Brasileños con apellidos Takahashi, estadounidenses Kanak o canadienses Wang fueron los ejemplos más palpables.
Si bien no existe un número oficial de cuántos deportistas nacionalizados hubo entre los 6.8000 participantes de esta edición, sí se pudo hacer un sondeo rápido que dejaba un aproximado de 100 atletas con procedencias distintas a las de la patria que hoy defienden.
En Ecuador, en este apartado se encasillan el canoísta argentino-ecuatoriano César de Cesare y la saltadora triple cubano-ecuatoriana Liuba Zaldívar.
De Cesare llegó al país en 2009 luego de sortear momentos económicos difíciles en su natal Morón, Argentina, donde aparte de dejar el canotaje, trabajó como chofer de taxis y camiones de mudanza, hasta que su hermano (Sebastián) lo trajo para que lo ayude en los entrenamientos, pero finalmente terminó formando parte de la selección nacional como deportista.
“Este país (Ecuador) me lo ha dado todo. Confió en mí y lo mínimo que puedo hacer es retribuirle con triunfos deportivos”, dijo De Cesare, quien este año en Lima ganó plata y es señalado como el responsable de